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Alfonso VI

Texto de la Crónica de Castilla (c. 1295), “Alfonso VI”,  ROCHWERT-ZUILI, Patricia (dir.). Crónica de Castilla: Édition et présentation. Nueva edición [en línea]. Paris: e-Spania Books, 2010 (generado el 21 mars 2024). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/esb/63>. ISBN: 978-2-919448-07-4. DOI: https://doi.org/10.4000/books.esb.63.

La selección que sigue contiene algunos episodios del reinado de Alfonso VI, el señor del Cid después del regicidio del rey Sancho II de Castilla. Se incluyen los episodios de la jura de Santa Gadea de Burgos y los eventos relacionados con la muerte del Cid. Este último basado en una narración que se conoce como la Historia de Cardeña, por su énfasis en elementos religiosos relacionados con la muerte y entierro del Cid. 

El texto dado a continuación sigue la numeración de las secciones y de los párrafos de la edición de Rochwert-Zuili. Las palabras “e” y “et” no se han alterado, ni los nombre de personas y de lugares, ni la mayor parte de la sintaxis.

1. Después que el rey don Alffonso llegó a Çamora

1) Después que el rey don Alffonso llegó a Çamora, puso sus tiendas en el campo de Santiago, et hubo su consejo luego con su hermana la inffanta doña Vrraca, que era muy sabia e muy entendida dueña. Et desde allí envió sus cartas por toda la tierra que viniesen a cortes e lo recibiesen por señor.

2) Et cuando los leoneses e los gallegos supieron cómo era el rey don Alffonso su señor venido, fueron ende muy alegres e vinieron a Çamora e lo recibieron por señor e por rey. Et después de esto, llegaron los castellanos e los navarros e lo recibieron por señor con tal demanda que jurase que no fuera en consejo de la muerte del rey don Sancho su hermano. Pero al final no le quiso ninguno tomar la jura sino el Cid Ruy Días, que no le quiso besar la mano hasta que le hiciese la jura.

2. Cuenta la historia que cuando el rey don Alffonso vio que el Cid no le quiso besar la mano

3) Cuenta la historia que cuando el rey don Alffonso vio que el Cid no le quiso besar la mano ni recibirlo por señor, como todos los otros altos hombres e los prelados e los concejos, dijo a sus amigos:

—Pues todos me recibís por señor e me otorgasteis señorío, querría que supieseis del Cid Ruy Díaz por qué no me quiso besar la mano ni recibirme por señor, que yo siempre le haré mucho bien, así como lo prometí a mi padre el rey don Fernando cuando lo encomendó a mí e a mis hermanos.

4) Et el Cid se levantó e dijo:

—Señor, cuantos vós aquí veis, todos han sospecha que por vuestro consejo murió el rey don Sancho vuestro hermano. Et por tal os digo que si vós no nos dais satisfacción de ello así como es derecho, que yo nunca os besaré la mano ni os recibiré por señor.

5) Entonces dijo el rey:

—Mucho me place, Cid, de lo que habéis dicho. Et aquí juro a Dios e a santa María que nunca le maté ni fui en consejo, ni me dio placer de ello a mí que me había quitado mi reinado. Por tanto os ruego a todos, como amigos e vasallos leales, que me aconsejéis cómo me libro de sospecha por tal hecho.

6) Entonces le dijeron los altos hombres que estaban de acuerdo en que jurase con doce caballeros de sus vasallos, de los que venían con él de Toledo en la iglesia de Santa Gadea de Burgos, e que de esta guisa sería salvo. Et al rey le agradó mucho de esto que los hombres buenos mandaron e juzgaron.

3. Cuenta la historia que después de esto, cabalgó el rey

7) Cuenta la historia que después de esto, cabalgó el rey con todas sus compañías e se fueron para la ciudad de Burgos, donde había de hacer la jura. Et el día que la hubo de hacer, el rey estando en Santa Gadea, tomó el Cid el libro en las manos et puso el rey las manos en los santos Evangelios, e le puso sobre el altar el libro. E el rey don Alffonso puso las manos en él e comenzó el Cid a juramentarlo en esta manera:

—Rey don Alffonso, vós venides jurar por la muerte del rey don Sancho vuestro hermano, que ni lo matasteis ni fuisteis en aconsejarlo. Decid sí, juro, vós e esos hijosdalgo.

8) Et el rey e ellos dijeron:

—Sí, juramos.

—Si no, tal muerte muráis como murió vuestro hermano; villano os mate, que no sea hijodalgo, de otra tierra venga, que no sea castellano.

—Amén— respondió el rey e los doce hijosdalgo.

4. Vós venides jurar por muerte de mi señor

9) Vós venides jurar por muerte de mi señor, que ni lo matasteis ni fuisteis aconsejador.

10) Et respondió el rey con los doce que con él son:

—Sí, juramos.

—Si no, tal muerte muráis como murió el mi señor; villano os mate, que no sea hijodalgo, de otra tierra venga et no de León, amén.

—Amén— respondió el buen rey, la color se le va mudando.

  1. Tres veces le conjuró el Cid Campeador

11) Tres veces le conjuró el Cid Campeador a él e a los doce hijosdalgo que con él eran, et respondieron «amén», pero que fue muy sañudo e dijo contra el Cid:

—Varón Ruy Díaz, ¿por qué me insistís tanto?, que hoy me juramentáis e mañana me besaréis la mano.

12) Et respondió el Cid:

—Como me hagas algo, que en otra tierra sueldo dan a hijosdalgo; así harán a mí quien me quisiere por vasallo.

13) Le pesó mucho al rey don Alffonso de esto que le dijo el Cid et lo desamó mucho de allí adelante.

210. Cuenta la historia que a final de tres días que el Cid finó

794) Cuenta la historia que a final de tres días que el Cid finó, arribó el rey Búcar al puerto de Valencia e salió a tierra con cuanto poder traía, que no ha hombre en el mundo que lo pudiese dar cuenta a los moros que allí venían; que venían allí treinta e seis reyes e una mora negra que traía doscientos caballeros negros como ella, e todos tresquilados, pero con mechones de pelo enredado que traían encima de las cabezas; e esto era así como si viniesen cruzados. E todos venían armados de hojas de kris et de lorigas e de arcos turqueses. E el rey Búcar mandó quedar las tiendas alrededor de Valencia; e según cuenta la historia que Abén Alfanje hizo en arábigo en esta razón, que eran bien quince mil tiendas. E mandó aquella mora negra que posasen cerca de la villa sus arqueros.

795) E así otro día comenzaron de combatir la villa e la combatieron bien tres días muy fuertemente; e recibían muy fuertemente gran daño los moros que venían meterse a ciegas a los muros de la villa, e morían allí muchos, mas muy bien defendían los cristianos la villa, e tañían trompetas e tambores como el Cid mandaba. E esto duró bien ocho días o nueve hasta que la compañía del Cid había preparado todas sus cosas para su ida, como el Cid había mandado. E el rey Búcar e sus gentes cuidaban que no osaba el Cid salir a ellos, e estaban muy esforzados e querían hacer torres de asalto e galerías cubiertas e catapultas para combatir, que ciertamente cuidaban que no osaba el Cid salir a ellos, pues ya tanto tardaban.

  1. Dice la historia que a final de los nueve días que el rey Búcar llegó a Valencia

796) Dice la historia que a final de los nueve días que el rey Búcar llegó a Valencia, las compañías del Cid habían ya preparadas sus cosas para irse para Castilla, que Gil Días nunca de otra cosa se trabajó en estos nueve días sino de cumplir lo que el Cid había mandado. E el cuerpo del Cid fue preparado en esta manera: fue embalsamado e por esta razón quedó el cuerpo del Cid rígido e colorado, e los ojos igualmente abiertos, e su larga barba muy apuestamente, que no ha hombre en el mundo que lo no supiese e lo viese que no dijese sino que era vivo. E pusieron el cuerpo en una silla muy noble del caballo Bauieca, e pusieron la silla en un cabalhuste con el cuerpo; e le vistieron un gambax a carona de un cendal delgado. E hizo dos tablas cavadas, una para los pechos e otra para las espaldas, en que cabía todo el cuerpo e se juntaba en los costados; e la detrás llegaba hasta el colodrillo e la de delante hasta el pescuezo, e eran horadadas en la silla de modo que el cuerpo no se pudiese caer a ningún lado.

797) E el décimo día en la mañana, se armaron todas las compañías del Cid e mandaron cargar las acémilas de cuanto tenían de todo lo mejor que podían haber. E cuando fue la medianoche, pusieron al Cid encima del caballo, así como estaba parado en la silla, e lo ataron muy bien con buenas cuerdas, de modo que estaba todo el cuerpo tan derecho e tan igual que asemejaba que estaba vivo. E tenía calzadas unas calzas pintadas que asemejaban unas brafoneras, e le vistieron unas sobreseñales de cendal verdes a sus armas e una capellina de pergamino pintada, e el escudo de misma manera; e le pusieron su espada Tizona en la mano, e tenía el brazo enhiesto e atado de abajo tan sutilmente que era maravilla cómo tenía el espada tan derecha e tan igual. E iba de él un cabo el obispo don Jerónimo e del otro Gil Díaz que lo guiaba, así como él había mandado.

798) E desque todo esto fue guisado, a la medianoche salieron de Valencia por la puerta de Roceros, que es contra Castilla. Primeramente salió Pero Bermúdez con la seña del Cid, e con él quinientos caballeros que lo guardaban muy bien armados, e detrás de éstos las acémilas con todo el rastro, e detrás de éstos otros quinientos caballeros también muy bien armados; e a sus espaldas dona Ximena con todas sus compañías, e detrás de ella seiscientos caballeros que la guardaban; e en la zaga el Cid, e con él cien caballeros escogidos. E salieron a tan silenciosamente que parecía que no iban allí diez caballeros.

  1. Cuenta la historia que desque fue el día claro

799) Cuenta la historia que desque fue el día claro, don Áluar Fánez paró sus tropas muy ordenadamente e fueron herir con los moros muy ferozmente. E dieron luego en las tiendas de la mora negra, que estaba en la delantera; e tan inesperada fue la espoloneada que mataron de la su compañía bien ciento e cincuenta moros ante que se pudiesen armar ni cabalgar.

800) E aquella mora negra, dice que era tan maestra e tan experta en tirar de arco turqués que era maravilla, e dice que la llamaban en árabe Niegueyma Turquia, que quiere decir «Estrella de los arcos de Turquía». E ella fue la primera que cabalgó, e unos cuantos cincuenta que quedaron con ella. E hizo una espoloneada, e hizo ya bastante daño en la compañía del Cid. Mas al final del encuentro la mataron, e huyeron todos los suyos por el campamento.

801) E tan grande fue el ruedo e vuelta de ellos que muy pocos llegaron a coger las armas, e tornando las espaldas, comenzaron de huir hacia la mar. E cuando esto vio el rey Búcar e sus reyes, comenzaron de maravillarse, que bien les parecía que venían allí parte de los cristianos bien setenta mil caballeros todos blancos como la nieve; e delante de todos venía un caballero blanco e muy grande en caballo blanco, e traía en la mano izquierda una seña blanca e en la otra mano un espada que parecía de fuego, e hacía tan gran mortalidad en los moros que iban huyendo, que tan espantado fue Búcar e sus reyes que comenzaron a huir que no tuvieron rienda hasta dentro a la mar; e la compañía del Cid hiriendo e matando en ellos, que les no daban descanso e derribaban tantos que era una gran maravilla, que no volvían cabeza por defenderse. E cuando llegaron a la mar, tan gran era la prisa por acogerse a las naves que murieron allí más de veinte mil ahogados, e fueron allí muertos veinte e dos de los treinta e seis reyes. E el rey Búcar e los que escaparon alzaron las velas e se fueron sus carreras, que nunca jamás volvieron cabezas.

802) E don Áluar Fáñez e las otras gentes, pues que los moros fueron vencidos, robaron el campo. E tan gran fue la riqueza que allí hallaron que no podían llevar; e cargaron camellos e caballos de todas las nobles cosas que hallaron e se fueron volviendo donde estaba el Cid [e doña Ximena] e el obispo don Gerónimo, que iban más lento. E tan gran fue el haber que aquel día fue ganado allí que no pudieron dar final a llevarlo ni a robarlo, de modo que el que más pobre de los cristianos escapó de eso, tan bien de los de caballo como de los de pie, quedó rico de lo que de ahí llevó en oro y en plata, sin otras cosas que de ahí tuvieron. E después que todos fueron vueltos e tomaron del campo cuanto quisieron, mantuvieron su camino para Castilla e fueron albergar a una aldea que dicen Siete Aguas, todos ricos e muy bienandantes, e vinieron a Castilla sus jornadas.

  1. Cuenta la historia que el rey don Alfonso era en Toledo

814) Cuenta la historia que el rey don Alfonso era en Toledo, e cuando vio las cartas en cómo era finado el Cid Campeador e en qué manera había vencido el rey Búcar e cómo lo traía tan apuestamente encima de un caballo, movió de Toledo a grandes jornadas hasta que llegó a Sant Pedro de Cardeña, por honrar el Cid a su sepultura.

815) E el día que llegó a Sant Pedro de Cardeña, salieron a él el rey de Navarra e el infante de Aragón, e llevaron el Cid en su caballo hasta el monesterio de Sant Christóual de Veas, que es a legua e media del monasterio de Sant Pedro; e traían ante sí el cuerpo el rey de Navarra del un final, e el infante de Aragón del otro. E cuando el rey don Alonso vio tan grandes compañías e tan apuestas, e vio venir el Cid en el su caballo tan noblemente vestido, fue maravillado. E entonces besaron las manos al rey don Áluar Fáñez e todos los otros en lugar del Cid, e así se lo dijeron.

816) E el rey don Alfonso miraba al Cid al rostro e se lo veía tan hermoso e tan liso e los ojos tan claros e tan fermosos e tan igualmente abiertos, que no parecía sino vivo, e se maravilla de eso mucho. Mas después que le dijeron que siete días había bebido bálsamo e mirra e no había comido otra cosa hasta que murió, e como fuera después ungido e embalsamado, no lo tuvo por gran maravilla, que había oído decir que en tierra de Egipto lo hacían así a los reyes.

817) E desde que fueron vueltos al monasterio de Sant Pedro, bajaron al Cid del caballo e lo pusieron en su lugar, como solían, ante el altar. Fueron muy grandes las honras que el rey hizo al Cid en cantar muchas misas e en vigilias, e en las otras cosas que convenían al cuerpo. E también mucho honró el rey de Navarra e el infante de Aragón, que les mandaba dar cuanto era necesario a ellos e a sus compañías.

  1. Cuenta la historia que al tercer día después que el rey don Alfonso llegó a Sant Pedro

818) Cuenta la historia que al tercer día después que el rey don Alfonso llegó a Sant Pedro, quería enterrar el cuerpo. E supo ya el rey lo que había dicho doña Ximena sobre ello, que no quería que se enterrase; lo tuvo por bien. E mandó traer el su escaño que él había llevado a las cortes de Tolledo e lo mandó poner a mano derecha del altar de Sant Pedro, e pusieron sobre él un paño de oro muy noble, e sobre el paño pusieron un cabezal de flojel cubierto de un paño muy noble, e mandó hacer un tabernáculo sobre el escaño muy noblemente labrado con oro e con azul, e pintado en las señales del rey de Castilla e de León, e del rey de Navarra, e las del Cid Campeador. E así el rey don Alfonso e el rey don Ramiro e el obispo don Gerónimo, por hacer honra al cuerpo del Cid, llegaron ayudar a asentar el cuerpo del Cid, e lo sacaron allí de entre las tablas en que lo habían metido en Valencia. Et desde que lo hubieron sacado, estaba el cuerpo más rígido que se no doblaba a ningún final, e su carne tan lisa e tan colorada que no parecía que muerto era. E tuvo el rey que se podía bien hacer lo que querían que habían comenzado. E vistieron el cuerpo de un paño muy noble, de unos paños que le había enviado el gran sultan de Persya; e le calzaron unas calzas de aquel mismo paño, e le asentaron en el escaño que el rey don Alfonso había mandado preparar; e le pusieron en la mano izquierda la espada Tizona con su vaina, e con la mano derecha tenía las cuerdas del manto. E así estuvo en esta manera en aquel lugar el cuerpo del Cid diez años e más, hasta que le sacaron de allí, según que la historia cuenta. E cuando los unos paños eran podridos, le vestían los otros buenos nuevos.

819) E se quedaron los reyes e las otras compañías [en San Pedro de Cardeña] haciendo honra al Cid tres semanas. E el obispo don Jerónimo e los otros obispos que allí vinieron decían cada día sus misas e acomendaban el cuerpo del Cid allí donde estaba asentado, e le echaban agua bendita e incienso, así como es costumbre de lo hacer sobre la sepultura. E después de las tres semanas salieron a todas partes, cada uno para sus lugares. E de la compañía del Cid algunos fueron con el rey de Navarra e con el infante de Aragón. E quedaron con el rey don Alfonso todos los más de ellos e los más honrados, cuyos naturales eran. E doña Ximena e su compañía e Gil Díaz quedaron en San Pedro de Cardeña, así como el Cid había mandado. E también quedaron allí el obispo don Gerónimo e don Áluar Fáñez e Pero Bermúdez con doña Ximena, hasta que cumplieron todo cuanto el Cid había dicho en su testamento.