Skip to content

Averroes

ABU – L – WALID MUHAMMAD IBN RUSD–AVERROES

Antología

Introducción y selección de MIGUEL CRUZ HERNÁNDEZ

Fundación El Monte, Sevilla, 1998

Antología by Miguel Hernandez. Copyright 1998 by Cedro. Reproduced with permission Oceano Grupo Editorial in the format Copy via Copyright Clearance Center. S09

INTRODUCCIÓN

VIDA, OBRA Y PENSAMIENTO DE AVERROES 1Habida cuenta del carácter de este libro prescindimos de toda referencia crítica concreta y nos remitimos a mi libro Abu-l-Walid Muhammad lbn Rusd, Averroes. Vida, obra. pensamiento, influencia, 2ª ed. Córdoba, 1997, del que hemos tomado tanto las ideas generales de esta introducción como numerosas frases y párrafos.

LOS BANU RUSD Y AVERROES

1. Córdoba en el siglo XII.

La ciudad de Córdoba que a principios del siglo XI era la más grande, poblada, rica y culta del mundo conocido, sufrió un duro golpe con la gran fitna o guerra civil del periodo 400-423/1009-1031. El poder de los califas cordobeses quedó reducido a la ciudad y sus aledaños; los beréberes al servicio del califa Sulayman saquearon la ciudad y pusieron fuego a Madinat al- Zahra’. Tras los fallidos intentos para restaurar la legitimidad omeya, los cordobeses cansados de tanta lucha y ruina proclamaron una república aristocrática. Pocos años después, Córdoba perdió su independencia y fue incorporada al reino taifa de Sevilla.

En 479/1086, tras la caída de Toledo en manos de Alfonso VI, los almorávides, venidos en auxilio de los reyes de taifas, ocuparon todo al-Andalus y lo incorporaron a su imperio. La frontera del siglo XI, pese a la brecha de Toledo, se mantuvo hasta el 1118, fecha de la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador. Al hundirse dicha frontera y ser ocupada Lisboa por los cristianos (1147), las regiones al norte de Sierra Morena quedaron a merced de las aceifas cristianas. La vida cordobesa se recuperó con los almorávides y almohades que se apoyaron en Córdoba y Sevilla para intentar gobernar la provincia de al-Andalus. Los datos sobre la población de Córdoba y su alfoz a mediados del siglo XII son muy problemáticos. Sin embargo, cuando un siglo más tarde (1236) fue ocupada por los cristianos, les impresionó su poblacióny riqueza, la belleza de sus edificios y la fertilidad de sus campos. De creer a Averroes, era aún la perla de al-Andalus y el centro de todos los caminos de la Península. La población de su alfoz era considerable; y, junto a Sevilla, dominaba el comercio, la agricultura y el artesanado andalusíes.2Para más detalles, véase El Islam de al-Andalus, 2ª ed. Madrid, 1996, pp. 139-164.

Además, el integrismo religioso almohade iba a ser beneficioso para el clima intelectual de al-Andalus. El sultán Abd al-Mu’min recordó que los almorávides habían quemado los libros de al-Gazzali, el supuesto maestro de Ibn Tumart; por tanto, condenó públicamente los pasados autos de fé y vindicó la memoria de al-Gazzali y de lbn Hazm.

“Entonces [escribe lbn Tumlus de Alcira] comenzaron las gentes a leer aquellos libros [de al-Gazzali] y quedábanse maravillados al ver la excelente y armoniosa organización de las materias que brillaban en todos ellos, como jamás habían visto en obra alguna […] y de esta manera vino a ser moral y fundamentalmente lícita la lectura de los libros de al-Gazzali que antes [bajo el gobierno almorávide] había sido acto de impiedad y ateísmo”.3Ibn Tumlus, lntroducción al arte de la lógica, ed. y trad. de M. Asín Palacios, Madrid, 1916; trad. pp.18-19.

Los almohades establecieron un dualismo religioso: los creyentes indoctos debían atenerse a la literalidad de la doctrina; la minoría culta quedaba autorizada para examinar de buena fe las verdades teológicas y racionales. Al mismo tiempo que se iniciaron las construcciones artísticas, que han dejado joyas como la Giralda de Sevilla, el alminar al-Hasan de Rabat y la Kutubía de Marrakus, reforzaron las murallas y reorganizaron la enseñanza.

2. La familia muladí de los Banu Rusd. La familia Banu Rusd ha dejado su huella en los biógrafos e historiadores islámicos; pero ninguno de ellos, ni tampoco Averroes, nos ha dejado dato alguno sobre su origen. Sin embargo, al no mencionarse su alcurnia tribal hay que descartar una raíz árabe y beréber, y habida cuenta del gran número de notables andalusíes descendientes de conversos hispano-romanos e hispano-visigodos y de los elogios de Averroes, parece cierta su procedencia muladí.

El abuelo del filósofo, llamado Abul-Walid Muhammad b. Rusd, apodad al-Yidd, el abuelo, fue un importante jurista maliki. Nació el año 450/1058-9. Entre el 511 y el 515/l117- 1121, fue cadí al-yama (o juez mayor) de Córdoba, puesto que luego ocuparían también su hijo, su nieto y uno de sus biznietos. El cargo de juez mayor revestía una cierta notoriedad debido a su triple carácter: visirial, religioso y jurídico. Por el primero, tenía rango de ministro y miembro del consejo real, aunque sus funciones fuesen honoríficas; por el segundo, podía dirigir la plegaria solemne de los viernes; por el tercero y más importante, constituía la última instancia para la casación de sentencias y en asuntos de materia civil y administrativa, pero no en materia penal.

Hacia 1120 fue destituido del cargo; pero esta deposición fue de carácter político. El sultán almorávide ‘Ali b.Yusuf b.Tasufin le encargó de pacificar algunas comarcas andalusíes que se habían rebelado. El 20 de safar del 520, miércoles 17 de marzo de 1126, se trasladó a Marrakus para advertir al sultán de la situación creada por la famosa aceifa de Alfonso VII, que llegó hasta Almería; y de la ayuda que le habían prestado los mozárabes andalusíes. Como éstos habían cometido traición, recomendó que en lugar de ejecutarlos los deportasen. Sugirió que se fortificasen las ciudades y se sustituyese como gobernador de al-Andalus al hermano del sultán llamado Abu Tahir Tamin. Murió, el 21 du-l-qa’da del 520/miércoles 8 de diciembre de 1126, al parecer cuando ya había nacido su nieto. Fue un destacado jurisperito, autor de obras muy difundidas a tenor de los numerosos manuscritos que se conservan. Su hijo, Abu-l-Qasim Ahmad, padre  de  Averroes, nació  el  487/1094  y  murió  el 564/1168; también alcanzó el puesto de cadí al-yama de Córdoba.

Los cargos de cadí mayor que ejercen el abuelo y el padre de Averroes y que luego también tendría este último, sus hijos y uno al menos de sus nietos, nos sitúan a la familia Banu Rusd como una de las más cercanas al poder de entre los notables cordobeses, como las Banu Hamdin, Banu Hazm y Banu Yawhar, entre otras. Su talante ‘liberal’ no sólo se aprecia en sus escritos, sino en su actitud durante el periodo almorávide. Es posible que la destitución como cadí mayor de Averroes el Abuelo estuviese relacionada con el nombramiento de Ibn Hamdin, cadí que ordenó la quema de los escritos del famoso teólogo oriental al Gazzali. Las críticas de Averroes el filósofo a los Banu Ganiya, fervorosos y fieles servidores de la dinastía almorávide, hacen suponer que los Banu Rusd apoyaron la llamada del gobernador cordobés al taifa filo-castellano, Abu Ya’far Ahmad b. Hud Sayf al-Dawla, el Zafadola de las crónicas cristianas, aprovechando que lbn Ganiya estaba combatiendo a los muridin del Algarve.

3. Nacimiento y formación de Ibn Rusd. Averroes el filósofo, Abu-l-Walid Muhammad b.Rusd, llamado el nieto para distinguirlo de su abuelo, nació el año 520/1126. Ignoramos quienes fueran sus maestros de humanidades árabes. Al parecer tras estas y las enseñanzas alcoránicas, estudió derecho y medicina; el primero con Abu Muhammad y Abu Marwan b.Murra, la segunda con Abu Ya’far b. Harun de Trujillo y Abu Marwan al-Balansi. En filosofía desconocemos también quien le enseñó, acaso su amigo y protector lbn Tufayl. La iyaza o licentia docendi pudo recibirla entre 1145 y 1146. Debió casarse entre 1146 y antes de 1153.

4. Averroes en la corte almohade. La primera fecha segura de un posible contacto de Averroes con la corte almohade es la del año 548/1153 en que viajó a Marraquech donde reinaba el sultán ‘Abd al-Mu’min, pero sin que sepamos si llegó a ser recibido por dicho monarca. El año 558/1163 subió al trono Abu Ya’qub Yusuf b. ‘Abd al-Mu’min, que según al-Marrakusi se rodeó de una corte de letrados, científicos y pensadores, entre ellos Ibn Tufayl. En el Hayy b. Yaqzan, escrito antes de 1168, refiriéndose a los conocimientos filosóficos en al-Andalus, Ibn Tufayl había escrito:

“Respecto a algunos de los contemporáneos de lbn Bayya, que son consi­derados como de su mismo nivel intelectual, no hemos conocido ninguna de sus obras, y por lo que se refiere a sus sucesores y contemporáneos nuestros, o están aún en vías de desarrollo o se han detenido antes de llegar a la perfección, o no hemos conocido su verdadera labor.”4Ibn Tufayl, Hayy b.Yaqzan, Introducción al arte de la lógica, ed. y trad. de A. González Palencia, 2a ed. Madrid, 1948; trad. pp. 52-53.

A finales de 1168 o principios de 1169, Ibn Tufayl presentó a Averroes al sultán almohade. Esta presentación tenía su mérito en tanto los Banu Rusd habían servido a los almorávides. He aquí su relato según ‘Abd al-Wahid al-Marrakusi:

“Abu Bakr [b.Tufayl] no cesó de atraerse a los sabios de todos los países y de atraer sobre ellos la atención, los favores y los elogios del soberano [almohade]. Fue él quien recomendó a Abu-l-Walid Muhammad b. Ahmad b. Muhammad b. Rusd, que desde este momento fue ya conocido y apreciado. Su discípulo Abu Bakr Bundud b.Yahya al-Qurtubi me ha dicho haber oído muchas veces al sabio Abu-l-Walid [b.Rusd] contar lo siguiente:

Cuando fui introducido delante del Comandante de los creyentes Abu Ya’qub lo encontré acompañado tan sólo de Abu Bakr [b. Tufayl]. Abu Bakr se dedicó a hacerme el elogio, hablando de mi familia y de mis antepasados y añadiendo benévolamente elogios de mí, que yo no merecía desde luego. El Comandante de los creyentes, después de haberme preguntado mi nombre, el nombre de mi padre y el de mi linaje, trabó conmigo conversación haciéndome la siguiente pregunta:

-¿Qué opinan del cielo? (Los filósofos, quería decir). ¿Lo creen eterno o engendrado? Lleno de confusión y de temor traté de soslayar la respuesta, y negué el que yo me dedicara a la filosofía, ya que yo ignoraba lo que lbn Tufayl había tratado con él. El Comandante de los creyentes advirtió mi temor y mi confusión; y volviéndose hacia lbn Tufayl, se puso a hablar de la cuestión que me había planteado, recordando lo que habían dicho Aristóteles, Platón y todos los filósofos, y citó también los argumentos opuestos por los musulmanes contra ellos. Así pude comprobar en él una erudición que jamás hubiera sospechado ni aún en ninguno de los que ordinariamente se ocupan de estas materias. E hizo tanto y tan bien para tranquilizarme, que acabé por hablar; y así pudo saber lo que yo tenía que decir. Cuando me retiré, hizo enviarme un regalo en dinero, un magnífico vestido de honor y una cabalgadura […]

Este mismo discípulo me refirió de [lbn Rusd] las palabras siguientes: Abu Bakr b.Tufayl me mandó llamar un día y me dijo:

–He oído al Comandante de los creyentes quejarse hoy de la oscuridad del estilo de Aristóteles o del de sus traductores y de la dificultad para comprender sus doctrinas. Si estos libros -decía [el sultán]-, encontrasen alguien que los comentase y expusiese su sentido tras haberlo comprendido perfectamente, entonces se podría uno consagrar a su estudio. Si tienes fuerza para un trabajo de este tipo, [me dijo entonces Ibn Tufayl], debes emprenderlo, y sé que podrás rematarlo, ya que conozco tu inteligencia, tu lucidez mental y tu gran afición por el estudio. Lo que me impide encargarme de esta empresa yo mismo, es la mucha edad que ya ves que tengo y, además, las ocupaciones propias de mi cargo [de visir y médico de cámara del sultán] y mis cuidados, eso sin contar con otras ocupaciones más graves. Ved, pues, añadió lbn Rusd, lo que me llevó a escribir mis comentarios a los diversos libros del filósofo Aristóteles”.5AI-Marrakusi, Kitah al-Mu ‘yib, ed. Dozy y otros, Leiden, 1881, reimpresión 1968, pp. 174-175.

En 564/1168, Averroes tenía cuarenta y dos años y había escrito los yawami del Organon, Física y Metafísica. Aunque el sultán almohade hubiese decidido someter a prueba a Averroes, y este procediese con la debida cautela, el negar que se hubiese ocupado de problemas filosóficos hubiese resultado contraproducente. Averroes, más que cauteloso, habría parecido hipócrita. Sí es importante la atribución a los deseos del sultán de la realización de los comentarios a los escritos de Aristóteles. Los Yawami al-sugar están datados en 1159, cuando Abu Ya’qub Yusuf aún no era sultán. O se refiere Averroes a los taljisat y los tafsirat (o sólo a estos últimos), o se trata de una excusa para protegerse de los ulemas y alfaquíes más intransigentes.

Las consecuencias de la presentación fueron decisivas: aprecio por parte del sultán, nombramiento de cadí al-yama de Sevilla (565/1169), de médico principal de cámara y cadí al-yama de Córdoba, (578/1182), y finalmente la confirmación de estos cargos por su sucesor Abu Yusuf Ya’qub al-Mansur (580/1184). Siendo cadí de Sevilla escribió, o al menos terminó, los yawami sobre los De generatione animalium y De partibus animalium y otras obras menores; pero durante su período sevillano, del que dejó grato recuerdo, hizo frecuentes viajes a Córdoba, donde al parecer tenía su biblioteca de trabajo, y a Marrakus. En esta última redactó una parte del tratado De substantia orbis (574/1178); y antes de esta fecha había escrito todos los taljisat excepto: sobre la República de Platón y sobre las fiebres de Galeno. A partir del 580/1184, sus contactos con la corte fueron frecuentes. En estas ocasiones Averroes reside en palacio, conversa con el sultán de temas científicos y la intimidad entre ambos era tal que el pensador cordobés llamaba a su soberano “hermano mío”, apelativo equivalente a nuestro tuteo.

5. Persecución y destierro de Averroes y sus posibles causas. El domíngo 18 de junio de 1195/8 rayab 591, Abu Yusuf Ya’qub al-Mansur derrotó a Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos. Pocos meses después, a fines del referido año, se abre un proceso a Averroes que terminarla con la condena de sus escritos y el destierro a Lucena (Córdoba). El texto del edicto de Ya’qub al-Mansur condenando la filosofía y la ciencia, y concretamente a Averroes, fue redactado por Abu ‘Abd Allah b. Ayyas; como en otros casos, se trata de un farragoso y barroco texto lleno de los lugares comunes habituales en estos casos de supuesta impiedad religiosa. Sólo un alfaquí, el cadí Abu ‘Abd Allah al-Usuli se atrevió a defender a Averroes, con lo cual acabó siendo incluido en la condena y anatematizado con aquel en la Mezquita aljama. Ya en el destierro, alfaquíes y ulemas se encarnizaron con el pensador cordobés y los poetas le dirigieron los dardos de sus sátiras. Según lbn Abi Usaybi’a, el desprecio de los poetas cortesanos fue tal que algunode ellos dijo de él: “Mira si hoy encuentras un solo hombre que quiera ser tu amigo”. Lo que no sabía es que si después citamos su verso es sólo por la fama de aquél a quien vituperó.

Este corto período de persecución dió origen a una leyenda negra sobre el Islam andalusí, que de este modo habría acabado con la filosofía y la ciencia islámicas en al-Andalus. En realidad fue un episodio más en la historia andalusí y algo debió influir la actitud política de los Banu Rusd y el apasionado elogio de Averroes de las tierras y los hombres de al-Andalus. Para condenarlo se acumularon cargos muy dispares. 1.º lbn Rusd era demasiado amigo de Abu Yahya, gobernador de Córdoba y hermano del sultán, según testimonio de al-Ansari. 2.º Abu Ysuf Ya’qub al-Mansur se había molestado por la falta de cortesía de Averroes quien le habría llamado Rey de los beréberes, en lugar de Rey de los dos continentes; esta opinión es compartida por Ibn Abi Usaybi’a y al-Marrakusi. 3.º lbn Rusd habría considerado como superstición el anuncio de un próximo cataclismo, diciendo que este tipo de profecías no caben en el mundo físico, lo que se interpretó como una desconsideración con la profecía acerca de la destrucción del pueblo de A’ad referida en el Alcorán (opinión reportada por al-Ansari). 4.º Los enemigos de Ibn Rusd enseñaron al sultán un texto del filósofo que parecía decir que Venus era un dios, según el testimonio de al-Marrakusi. 5.º lbn Abi Usaybi’a agrega que “la causa del descontento de Ya’qub al-Mansur estaba en que se les había acusado [a lbn Rusd y a otros sabios] de consagrar las horas de ocio al cultivo de la filosofía y al estudio de los antiguos”, en lugar de a los deberes religiosos.

Mas verosimil que estos cargos sería que el supuesto enfado procediese del texto de la Retórica sobre el odio, en el que pone como ejemplo el que sentían los andalusíes por los beréberes, pues, más de un siglo antes, Sa’id había escrito:

“Los gallegos, los beréberes y el resto de las regiones occidentales pertenecientes a esta categoría, han recibido de Dios como única cualidad la tiranía, la ignorancia y, de un modo particular, el gusto por los combates y las tropelías”.6Sa’id de Toledo, Tabaqat al-umam, H.B. ‘Alwan, Beirut, 1985, p. 42.

6. El talante andalusí de Averroes. Pese al altivo orgullo de la aristocracia árabe (jassa) y al poder militar de los beréberes, los muladíes no se mostraron menos apegados a sus viejas raíces. lbn al-Qutiya, descendiente de Sara la Goda, presumía de su regia alcurnia; Ibn Hazm había escrito: lejos de mi, perla de China, me basta a mi el rubí de al-Andalus; pero Averroes dejaría chico a este piropo.

Los que aprendimos a deletrear el árabe en la vieja Crestomatía de Asín Palacios, recordamos aquel fragmento en que según Abu-I-Fadl al-Tifasi, Averroes y Avenzoar disputan ante Ya’qub al-Mansur sobre las excelencias de sus respectivas ciudades natales. La discusión la finaliza así el filósofo: “Muere un sabio en Sevilla, y si su familia ha de vender sus libros, tiene que llevarlos a Córdoba, donde hallará venta segura; por el contrario, cuando muere un músico en Córdoba hay que ir a Sevilla a vender sus instrumentos”.7AI-Maqqari, Kitiib nafh al-tíb, ed. Dozy y otros, Leiden, 1856, vol. L p. 42. Era el mejor modo para alabar su patria chica sin ofender a los sevillanos. Agréguense los piropos que dedica al cabello de los andalusíes, ni tan hirsuto y rubio como el de los nórdicos, ni tan rizado y oscuro como el de los africanos. Hasta la lana de las ovejas de al-Andalus es más fina que la de otras regiones; y todo ello razón de las excelencias de la situación geográfica de al-Andalus.8Taljis sobre “De los temperamentos”, ed. texto árabe, C. Vázquez de Benito, Madrid, 1984, pp. 69-70 y 74; trad. española idem, La medicina de Averroes, C.U, Zamora, 1987, pp. 98 y 100-lOl; Kulliyat, V. 38, ed. J.M. Fomeas y C. Álvarez de Morales, Madrid, 1987, pp. 324 y 102.

Frente a las opiniones de los griegos y a los elogios de los árabes, no hay tierras mejores que las de al-Andalus, ni hombres más inteligentes que los andalusíes.

“Nuestra tierra -escribe- es más parecida a la tierra de los griegos, que a la tierra del Iraq. El clima quinto es el más atemperado, como ya observó Galeno, y no el cuarto, como muchos otros hombres han creído. La señal y demostración de esto es que en dichas tierras [del quinto clima] se encuentran los caracteres más equilibrados; estos temperamentos se reconocen por el color de la tez y por el cabello. El color que comprende a estos caracteres más equilibrados es el blanco y esclarecido, y el cabello que a los mismos corresponde es el que más se acerca a un término medio entre el suave y el hirsuto, o el que se aproxima más al sedoso que al lacio. Este color y esta clase de cabello son raros en Arabia, donde se acostumbra a llamar blancos [hasta] a los pelirrojos. Las tierras de Iraq son parecidas a las de Arabia, ya que en ellas predominan los hombres que tienen color muy moreno, como [también] sucede en Arabia. Aquel [otro] color [más esclarecido] se da de un modo natural, es decir, en la mayoría de los casos, en los hombres del quinto clima cuando su sangre no está cruzada con la de otras razas foráneas, a no ser con las que viven muy cerca. En este [último] caso, cuando pasa algún tiempo, la naturaleza los asemeja con los que allí vivían, o sea, a los de aquel clima. Esto es lo que ha sucedido en la tierra de al-Andalus con los descendientes de los árabes y beréberes, que la naturaleza los ha igualado con los naturales de esta tierra, y por esto se han multiplicado las ciencias entre aquellos.9Meteorológicos, 2.2; ed. latina, f. 37r.

No es nada rara la actitud de Averroes en un país que a los cuarenta y cinco años de la llegada del Islam rompió los vínculos con el califato y se independizó, si es que no lo estuvo siempre debido a la lejanía y a sus bien definidos limites geográficos. Mientras, los historiadores y los literatos árabes alaban hasta el empalago las virtudes raciales y la belleza de los árabes puros, que se convertirían en tópicos literarios, Averroes los ve muy por debajo de los andalusíes, capaces de asimilar e integrar a árabes y beréberes, de darles sus buenas cualidades y prestancia, y hasta de capacitarles para el quehacer intelectual.

No pueden negarse las ambiciones sociales de Averroes, pero le preocupaba que la vida pública pudiera ocasionar deficiencias en sus obras, debido a la falta de libros y de tiempo, escasez y poca habilidad de los copistas, y ocupación en los problemas que aquejaban a los sevillanos, cuando fue su cadí mayor. Que procuró servirlos se sabe por sus expresiones y por el esfuerzo de aquellos en conseguir la vindicación y el perdón del sultán para Averroes. Los pensadores andalusíes, lbn Hazm, lbn Bayya, lbn Tufayl, lbn Tahir y Avenzoar son citados elogiosamente; en cambio Avicena es criticado fuertemente, a veces rozando el injusto trato; lo que es más grave cuando lbn Tufayl, un avicenista, es alabado generosamente.

7. La crítica social del Islam de su tiempo. La lectura de la Exposición de la República de Platón escrita por Averroes advierte de sus grandes dudas sobre la posibilidad real de una sociedad justa en su tiempo; y acaso las críticas que dirigió al poder ya la sociedad islámica de antes y entonces pesasen a la hora de su condena, pese a que se curó en salud dedicando su escrito político al sultán.10Taljis kitab al-Siyasa, ed. Rosenthal. p. 105, 3-11;. trad. española M. Cruz Hemández, 4ª ed. Madrid, 1996, p. 148.

Averroes admite que partiendo de una sociedad imperfecta se puede llegar a otra perfecta tras ”una larga e ininterrumpida sucesión de buenos reyes”, cuya ”influencia actuara por dos vías al mismo tiempo, es decir, mediante sus operaciones y acciones”. Sin embargo ”por lo general en este [nuestro] tiempo es más verosímil que su influjo conduzca a excelentes hazañas que a convicciones­ valiosas”.11Idem, idem, 78, 26-30; trad. p. 100. Piensa que de hecho no suele coincidir el jefe buen militar y el excelente juez, y uno puede ser ”un buen guerrero y el otro un jurisperito; pero en caso de necesidad los dos deben participar en el mando, como suele acontecer con muchos de los reyes musulmanes”.12Idem, ídem, 80, 23 a 81, 9, trad. p. 103.

La crítica contra la oligarquía social es inimaginable para aquellos tiempos y aún para otros posteriores.

“La clase aristocrática que se da en estas sociedades [a menudo] se convierte en tiránica, destruyendo la intención aristocrática. Tal es el caso de las clases aristocráticas existentes en las sociedades de nuestro tiempo”.13Idem, idem, 86, 6-12; trad. p. 113. “Muchas veces vemos a los reyes corromperse y transformarse en tales [hombres tiránicos]. Un ejemplo en este tiempo [nuestro] es el de la dinastía conocida por los almorávides. Al principio imitaban al gobierno basado en las normas, como bajo el [reinado] del primero de ellos, [Yusuf b. Tasufin]; pero luego cambiaron durante el reinado de su hijo, transformándose en una timocracia en la que dominaba la pasión por la riqueza. Más adelante, cambió bajo su nieto, convirtiéndose en hedonismo, con todos los [males] anejos al culto del placer; y pereció a su debido tiempo. La razón fue que el [nuevo] sistema [de los almohades] que se le opuso en aquel tiempo se asemejaba al gobierno basado en las normas”.14ídem, 92; trad, p. 124.

Averroes llega incluso a la precisión cronológica: “Podéis conocer claramente esto por el poder demagógico existente en nuestro tiempo, que a menudo se convierte en tiranía. Un ejemplo de ello es el gobierno que existía en este nuestro país, es decir, en Córdoba, después del 500/1106. [Al principio] era casi completamente demagógico, pero esta situación se transformó en tiranía después del 540/1145-6”.15Idem, idem, 97; trad. p. 132.

Los ataques contra la oligarquía son permanentes: “Podéis ver esto claramente, después de los años cuarenta, [540/1145-6] en las costumbres y comportamiento de los gobernantes y dignatarios, ya que debido al hundimiento del gobierno timocrático en el que se habían apoyado, llegaron a adquirir esas viles ideas que hoy poseen. Entre ellos sólo mantienen una situación excelente, [desde el punto de vista ético-social], los que actúan de acuerdo con los preceptos de la Ley [religiosa], y esto es raro entre ellos”.16Idem, idem, 103; trad. p. 144.

Una vez más no me resisto a citar la observación de Averroes acerca del nulo papel social de la mujer en la sociedad islámica: “Sin embargo en estas sociedades [nuestras] se desconocen las habilidades de las mujeres, porque en ellas sólo se utilizan para la procreación, estando por tanto destinadas al servicio de sus maridos y relegadas al cuidado de la procreación, educación y crianza. Pero esto inutiliza sus [otras posibles] actividades. Como en dichas comunidades las mujeres no se preparan para ninguna de las virtudes humanas, sucede que muchas veces se asemejan a las plantas en estas sociedades, representando una carga para los hombres, lo cual es una de las razones de la pobreza de dichas comunidades, en las que llegan a duplicar en número a los hombres, mientras que, al mismo tiempo y en tanto carecen de formación, no contribuyen a ninguna [otra] de las actividades necesarias, excepto en muy pocas, como son el hilar y el tejer, las cuales realizan Ia mayoría de las veces cuando necesitan fondos para subsistir. Todo ésto es evidente per se”.17ldem, idem, p. 54, 5-14; trad. p. 59.

8. El eco de la vida cotidiana andalusí. En los escritos médicos de Averroes aparecen las huellas de la vida cotidiana andalusí en lo que se refiere a la alimentación. Así, al tratar del aceite de oliva escribe:

“Cuando procede de aceitunas maduras y sanas, y sus propiedades no han sido alteradas artificialmente, puede ser asimilado [perfectamente] por la constitución humana […] Los alimentos condimentados con aceite son nutritivos, con tal que el aceite sea fresco y poco ácido […] Por lo general es adecuada para el hombre toda la sustancia del aceite, por lo cual en nuestra tierra sólo se condimenta la carne con él, ya que éste es el mejor modo de atemperarla, al que llamamos rehogo. He aquí como se hace: se toma el aceite y se vierte en la cazuela, colocándose enseguida la carne y añadiéndole agua caliente poco a poco, pero sin dejar de hervir”.18Kulliyilt, 36; ed. árabe ct. vol.I. p. 323.

Del agua de cebada afirma que en el verano es un buen remedio “la ingestión de agua de cebada, si fuese mucho el calor y la sequedad, y muy especialmente en regiones cálidas”, incluyendo la receta para su fabricación.19Idem, V,49; ed. árabe ct. vol.I p. 371. Señala las propiedades alimenticias del arroz con leche;20ldem, V,39; árabe ct. vol. I p. 325. y su predilección por las berengenas le hace olvidar sus dificultades digestivas:

“Con las berengenas se hacen en nuestro país muchos platos delicados. Después que sueltan la primera agua de cocción y se guisan con abundante carne, son muy deliciosas. Pienso que son alimentos muy atemperados después de ser así cocinados, con tal de que la parte aguda que tienen sea desprendida antes de la cochura […] Algunos médicos dicen que producen humor melancólico semejante al generado por las coles. Sin embargo, en los alimentos debemos considerar dos aspectos: uno de ellos es que según se condimenten se puede quitar el aspecto nocivo que tuviesen; el otro es el buen gusto de la comida; cuando es verdaderamente apetitosa el daño que puede recibirse de ella no se tiene muy en cuenta, y este es uno de los alimentos más sabrosos”.21Idem, V,40; árabe ct. vol. I p. 326.

Se refiere a las propiedades de las calabazas, al consumo en el campo de los cañamones. Alaba las propiedades de las espinacas; de acuerdo con sus fuentes griegas prefiere los higos y las uvas a los restantes frutos.22Cuestión sobre la dietética, ed. árabe C. Vázquez de Benito, pp. 277 278; trad. española idem, p. 266. ”Los mejores frutos son los higos y las uvas. La calidad del higo es cálida y húmeda, tonificando el estómago y aligerando el vientre […] Cuando son cocidos durante largo tiempo se parecen a la miel”.23Kulliyiit, V, 37, 49; ed. árabe ct. vol. I, p. 324. Sus elogios culminan en los huevos que lo curan todo, desde los dolores oculares a los granos del ano, señalando el popular plato de los huevos fritos: “cuando se fríen en aceite de oliva son muy buenos, ya que las cosas que se condimentan con aceite son muy nutritivas; pero el aceite debe ser nuevo, con poca acidez y de aceitunas. Por lo general es un alimento muy adecuado para el hombre”.24Idem, idem, V, 36; ed. árabe vol. I, p. 323.

Conoce la miel de caña, menos alimenticia que la de abeja, que las nueces deben comerse en invierno, y el poder nutritivo de las pasas; Respecto del vino, sigue el consejo de Dioscórides: uso moderado y en días alternos. Reconoce las virtudes de la sobriedad y la prohibición canónica de beberlo, pero afirma que un poco de vino es conveniente para los hombres maduros y los ancianos: la embriaguez no se produce por beber un poco de vino, sino por ingerirlo en exceso.25ldem, idem, V, 37; ed. árabe ct., vol. I, p. 324.

9. Enfermedad y muerte de Averroes. El año 595/1198 el sultán almohade perdonó a Averroes y volvió a llamarle a Marrakus. Las razones invocadas por Ya’qub al-Mansur corroboran el carácter político dela persecución, pues se basó en el testimonio de un grupo de notables sevillanos que reiteraron los ya utilizados dos años antes por Abu ‘Abd Allah al-Usuli y que no evitaron la condena. Unos meses después Averroes murió en Marrakus, el jueves 9 de safar del año 595,11de diciembre de1198, a la edad de setenta y dos años. Los biógrafos no especi­fican la causa de su muerte. Sin embargo al hablar de la necesidad del rápido y oportuno tratamiento médico para la mejor curación de las dolencias Averroes escribió: “para que no acontezca como sucedió conmigo, que habiendo enfermado con fiebre intensa, inflamándoseme las articulaciones, no me fue administrado lo necesario, por lo cual me quedó una artritis [en las manos] y en los pies, y así sigue”.26Idem, idem, VII, 31; ed. árabe, ct, vol. I, p. 497. La dolencia, posiblemente un brote de fiebre reumática, debió tener lugar en su infancia o adolescencia, antes de estudiar la medicina y debió ser una forma benigna que no impidió sus viajes y trabajos.

El cadáver de Averroes fue depositado durante tres meses en el cementerio de la puerta de Tagazut, después fue trasladado a Córdoba, siendo enterrado junto a las tumbas familiares en el cementerio de Ibn ‘Abbas. Ibn Arabi, testigo personal de su entierro escribió:

“Ya no volví a encontrar me con él hasta que murió Ibn Rusd. Sucedió esto el año 595/1198, en la ciudad de Marrakus y fue trasladado a Córdoba donde está su sepultura. Cuando fue colocado sobre una acémila el ataúd que encerraba su cuerpo, pusiéronse sus obras en el costado opuesto para que le sirvieran de contrapeso. Estaba yo allí parado […] y dije para mis adentros; a un lado va el maestro y a otro van sus libros. Más dime: sus anhelos ¿viéronse al fin cumplidos?”.27Ibn’ArabI, Futuhat, ed. El Cairo, 1293/1876; trad. Asín Palacios, El lslam cristianizado, Madrid, 1931.

10. Descendencia y fama. Tuvo Averroes varios hijos cuando menos cuatro, pues los biógrafos citan los nombres de dos y agregan que otros más fueron cadíes en distintos lugares de al-Andalus. El más famoso de ellos fue Abu Muhammad ‘Abd Allah b. Abu-1-Walid b. Rusd, jurista y médico, siéndolo de cámara del sucesor de Ya’qub al-Mansur, llamado Abu ‘Abd Allah Muhammad al-Nasir. Dos de sus obras se encuentran en el ms. 884 de la Biblioteca de El Escorial. En la primera aparece una crítica de la medicina empírica popular basada en la curación por lo semejante o lo contrario, y defiende la necesidad de la medicina científica:

“Cuando el médico trata al enfermo con cualquier cosa, de este modo proporciona a la naturaleza un principio de orden y fin limitados, que pueden pertenecer tanto al género de la enfermedad como al de la salud. Pero si el médico ignora dichos orden y fin, y quiero decir con esto que trata al enfermo con cualquier cosa, entonces puede equivocarse sustancialmente y acertar por casualidad; así dicho médico causará más muertes que curaciones”.28C. Vázquez de Benito, ed. et. p. 274, trad. idem, p. 272. Su conclusión es obvia: “la mayor parte de los fallecimientos se producen a causa de la medicina [empírica popular]”.29Idem, idem, 275; trad. idcm, p. 272.

La segunda obra está escrita en vida de su padre, pues dice estar “tomada de mi maestro y señor, concédale Dios larga vida”;30Idem, ídem, p. 277; trad. idem. p. 274. posiblemente durante los años de la persecución, pues agrega: “admito, por otro lado, que mi posición no es esta; pero me ha llevado a acatar la orden {de escribirla] que me mandaron, la conversación que mantuve con ellos [¿los ulemas y alfaquíes?] respecto a esta cuestión, la esperanza de la recompensa y el hecho de que ellos mismos, concédales Dios larga vida, habían tratado dicho tema en otros lugares”.31Idem, idem, p. 277; trad. ídem, p. 278.

El otro hijo del que nos ha sido conservado el nombre fue Abu-1-Qasim Muhammad b. Abü-I-Walid b.Rusd; fue cadí y murió en 622/1225. Los biógrafos citan a un nieto de Averroes llamado Yahya b. Muhammad b.Rusd, que también fue jurista.

Como es sabido la gran fama de Averroes corresponde a su eco en el pensamiento medieval latino. lbn Arabi nos ha conservado el testimonio de las reservas del pensamiento islámico: “Cierto día en Córdoba, entré en casa de Abu-1-Walid b. Rusd, cadí de la ciudad, que había mostrado deseos de conocerme personalmente, porque le había maravillado mucho lo que había oído decir de mí […] Por eso mi padre, que era uno de sus íntimos amigos, me envió a su casa […], para dar así ocasión a que Ibn Rusd pudiese conversar conmigo […] Así que hube entrado levantose del lugar en que estaba y dirigiéndose hacia mí con grandes muestras de cariño y consideración, me abrazó y me dijo: Sí. Yo le respondí: Sí. Esta respuesta aumentó su alegría al ver que yo le había comprendido; pero dándome yo enseguida cuenta de la causa de su alegría añadí: No. Entonces Ibn Rusd se entristeció, demudose su color y comenzando a dudar de la verdad de su propia doctrina, me preguntó:¿Cómo, pues, encontráis vosotros resuelto el problema [de la verdad del conocimiento], mediante la iluminación y la inspiración divinas? ¿Es acaso lo mismo que a nosotros nos enseña el razonamiento? Yo le respondí: Sí y no. Entre el sí y el no salen volando de sus materias los espíritus y de sus cuerpos las cervices. Palideció Ibn Rusd, sobrecogido de terror, y sentándose comenzó a dar muestras de estupor, como si hubiera penetrado el sentido de mis alusiones. Más tarde […] solicitó de mi padre que le expusiera éste si la opinión que él había formado de mí coincidía con la de mi padre o si era diferente. Porque como Ibn Rusd era un sabio filósofo, consagrado a la reflexión, al estudio y a la investigación racional, no podía por menos dar gracias a Dios que le permitió vivir en un tiempo en el cual podía ver con sus propios ojos a un hombre que había entrado ignorante en el retiro espiritual para salir de él como [yo] había salido, sin el auxilio de enseñanza alguna, sin estudio, sin lectura, sin aprendizaje de ninguna especie. Por eso exclamó: Es este un estado psicológico cuya realidad nosotros hemos sostenido con pruebas racionales, pero sin que jamás hubiésemos conocido persona alguna que lo experimentase […] Quise después volver a unirme con él [Ibn Rusd], y por la misericordia de Dios se me apareció en el éxtasis […] Entonces dije: En verdad que no puede ser conducido hasta el grado en que nosotros [los místicos] estamos”.32Ibn ‘ArabI, Futuhat, ed. ct. l. ct .

En una de esas disputas, tan del gusto de los árabes, sobre la preeminencia del Oriente o el Occidente, conservada por al-Maqqari, Averroes figura como uno de los sabios en que se apoya la supremacía del Occidente. Como casi siempre, los biógrafos dicen que fue fiel musulmán; gran trabajador, que habría declarado que sólo dos días de su vida no trabajó: el de la muerte de su padre y el día de su boda. Aunque su labor se concentró en sus escritos, tenía un reducido grupo de discípulos y, a veces, en alguna madraza aneja a la mezquita pudo dar clases más amplias. Ejerció de hecho el cargo de cadí, también la medicina y tuvo interés por la observación directa de los fenómenos naturales.

Abén Guzman ha dedicado a lbn Rusd el zejel 106 de su cancionero: “Cuando de generosidad se trate, pensad en Abu-l-Walíd b. Rusd, hombre de aspiraciones muy altas y de intenciones puras; todo el que no sabe, acude a él. Las buenas cualidades de su familia arraigaron en él, que parecerse a los suyos no es afrenta; bien inmediata es la herencia de las virtudes de su antepasado. No bastaba que fuese ilustre su abuelo, el gran cadí, ¿no ves­ cómo se continúa la alcurnia? También el nombre es Muhammad, y la pérdida del abuelo se ha compensado con el nieto”.

En 586/1190 las obras de lbn Rusd habían llegado a Egipto, como sabemos por el testimonio de Maimónides. Es posible que lbn Tumlus de Alcira fuese discípulo de Averroes, aunque no lo menciona en su libro sobre lógica. Acaso el mejor conocedor de las ideas de lbn Rusd sea al-Ábili, posible fuente de lbn Jaldun. Este último conoce y hace uso de las ideas de Averroes pese a criticar la formación filosófica y las doctrinas metafísicas, físicas, gnosológicas y éticas, recomendando en cambio la formación en las ciencias religiosas islámicas; pero hay textos de lbn Jaldun que recuerdan demasiado otros paralelos del taljis de la República de Platón de lbn Rusd.33Cfr. M. Cruz Hennández, Historia del pensaminito en el mundo islánico, 2ª ed. Madrid, 1996, vol. ll, pp. 617-639 y vol. III, pp. 665-695.

La fama de lbn Rusd, ya convertido en Averroes, aparece en la Comedia del Dante:

“Cola diritto sopra il verde smalto./ mi fur mostrati gli spiriti magni,/ che del vedere in me stesso n’esalto.[…] Euclide geometra e Tolommeo,/ lppocrate, Avicenna e Galieno,/ Averrois, che il gran commento feo34Dante, Comedia. Infierno IV, 119-121. 143-145. […] Ma come d’animal divegna fante,/  non vedi tu ancor; quest’è tal punto, che più savio di te fe’ già errante,/ […]/ si che per sua dottrina fe’ disgiunto/ dall’ anima il possibile intellectto,/ perchè da lui non vide organo assunto”.35Idem, Purgatorio, XXV, 61-66.

Here as translated by Henry Wadsworth Longfellow: “There oppose upon the green enamel,/ Were pointed out to me the mighty spirits,/ When to him seen I feel myself exalted. […] Euclid, geometrician, and Ptolemy,/ Galen, Hippocrates, and Avicenna,/ Averroes, who the great Comment made. […] But how from animal it man becomes,/ Thou dost not see as yet; this is a point/ Which made a wiser man than thou once err/ So far, that in his doctrine separate/ He made the soul from possible intellect,/ For he no organ saw by this assumed.36https://kalliope.org/en/text/longfellow2001081459

NOTAS

  1. Habida cuenta del carácter de este libro prescindimos de toda referencia crítica concreta y nos remitimos a mi libro Abu-l-Walid Muhammad lbn Rusd, Averroes. Vida, obra. pensamiento, influencia,2ª ed. Córdoba, 1997, del que hemos tomado tanto las ideas generales de esta introducción como numerosas frases y párrafos.
  2. Para más detalles, véase El Islam de al-Andalus, 2ª ed. Madrid, 1996, pp. 139-164.
  3. Ibn Tumulus, lntroducción al arte de la lógica, ed. y trad. de M. Asín Palacios, Madrid, 1916; trad. pp.18-19.
  4. Ibn Tufayl, Hayy b. Yaqzan ,ed. y lrad. de A. González Palencia, 2ª ed. Madrid, 1948; trad. pp. 52-53.
  5. AI-Marrakusi, Kitah al-Mu ‘yib, ed. Dozy y otros, Leiden, 1881, reimpresión 1968, pp. 174-175.
  6. Sa’id de Toledo, Tabaqat al-umam, H.B. ‘Alwan, Beirut, 1985, p. 42.
  7. AI-Maqqari, Kitiib nafh al-tíb, ed. Dozy y otros, Leiden, 1856, vol. L p. 42.
  8. Taljis sobre “De los temperamentos”, ed. texto árabe, C. Vázquez de Benito, Madrid, 1984, pp. 69-70 y 74; trad. española idem, La medicina de Averroes, C.U, Zamora, 1987, pp. 98 y 100-lOl; Kulliyat, V. 38, ed. J.M. Fomeas y C. Álvarez de Morales, Madrid, 1987, pp. 324 y 102.
  9. Meteorológicos, 2.2; ed. latina, f. 37r.
  10. Taljis kitab al-Siyasa, ed. Rosenthal. p. 105, 3-11;. trad. española M. Cruz Hemández, 4ª ed. Madrid, 1996, p. 148.
  11. Idem, idem, 78, 26-30; trad. p. 100.
  12. Idem, ídem, 80, 23 a 81, 9, trad. p. 103.
  13. Idem, idem, 86, 6-12; trad. p. 113.
  14. ídem, 92; trad, p. 124.
  15. Idem, idem, 97; trad. p. 132.
  16. Idem, idem, 103; trad. p. 144.
  17. ldem, idem, p. 54, 5-14; trad. p. 59.
  18. Kulliyilt, 36; ed. árabe ct. vol.I. p. 323.
  19. Idem, V,49; ed. árabe ct. vol.I p. 371.
  20. ldem, V,39; árabe ct. vol. I p. 325.
  21. Idem, V,40; árabe ct. vol. I p. 326.
  22. Cuestión sobre la dietética. ed. árabe C. Vázquez de Benito, pp. 277 278; trad. española idem, p. 266.
  23. Kulliyiit, V, 37, 49; ed. árabe ct. vol. I, p. 324.
  24. Idem, idem, V, 36; ed. árabe vol. I, p. 323.
  25. ldem, idem, V, 37; ed. árabe ct., vol. I, p. 324.
  26. Idem, idem, VII, 31; ed. árabe, ct, vol. I, p. 497.
  27. Ibn’ArabI, Futuhat, ed. El Cairo, 1293/1876; trad. Asín Palacios, El lslam cristianizado,Madrid, 1931.
  28. C. Vázquez de Benito, ed. et. p. 274, trad. idem, p. 272\
  29. Idem, idem, 275; trad. idcm, p. 272.
  30. Idem, ídem, p. 277; trad. idem. p. 274.
  31. Idem, idem, p. 277; trad. ídem, p. 278.
  32. Ibn ‘ArabI, Futuhat, ed. ct. l. ct .
  33. Cfr. M. Cruz Hennández, Historia del pensaminito en el mundo isúúnico, 2ª ed. Madrid, 1996, vol. ll, pp. 617-639 y vol. III, pp. 665-695.
  34. Dante, Comedia. Infierno IV, 119-121. 143-145.
  35. Idem, Purgatorio, XXV, 61-66.