—¡Abenámar, Abenámar,1Yusuf Ibn-Alahmar gobernó Granada entre 1431-32 como vasallo del rey Juan II de Castilla.
moro de la morería,
el día que tu naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace,
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
—Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
—El Alhambra2fortaleza-palacio árabe de Granada era, señor,
y la otra la mezquita;
los otros los Alixares,3casa de recreo que los reyes moros tenían sobre el río Genil
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas4monedas de oro ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,5palacio de los reyes moros de Granada, con bellos jardines
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,6torres que defienden la fortaleza de la Alhambra por la ladera sur
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
—Si tu quisieses, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras7monedas que el marido da a la esposa en señal de que cumplirá su promesa de bodas y dote8hacienda que lleva la mujer consigo al casarse
a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.