En el tiempo que Mercurio1personaje mitológico, hijo de Júpiter; dios de la elocuencia y el comercio
en occidente reinaba,
hubo en Venus2diosa de la belleza, la procreación, el amor y la navegación su mujer
un hijo que tanto amaba.
Púsole por nombre Troco,
porque muy bien le cuadraba;
criáronsele las diosas
en la montaña Troyana.3de Troya, antigua ciudad de Asia Menor
Era tal su hermosura,
que una estrella semejaba.
Deseando ver el mundo,
sus amas desamparaba.
Andando de tierra en tierra
hallóse do no pensaba,
en una gran pradería
de arrayanes bien poblada,
en medio de una laguna
toda de flores cercada.
Es posada de una diosa
que Salmancia se llamaba,
diosa de la hermosura,
sobre todas muy nombrada.
El oficio de esta diosa
era holgarse en su posada,
peinar sus lindos cabellos,
componer su linda cara.
No va con sus compañeras,
no va con ellas a caza;
no toma el arco en la mano
ni los tiros del aljaba,
ni el sabueso de trailla,
ni en lo tal se ejercitaba.
Ella desque vido a Troco
quedó de amor llagada,
que ni pudo detenerse
ni quiso verse librada.
Mirando su hermosura
de esta manera le habla:
—Eres, mancebo, tan lindo,
de hermosura tan sobrada,
que no sé determinarme
si eres dios o cosa humana;
si eres dios, eres Cupido,
el que de amores nos llaga;
si eres hombres, ¡cuán dichosa
fue aquella que te engendrara!
Y si hermana alguna tienes,
de hermosura es muy dotada.
Mi señor, si eres casado,
hurto quiero que se haga;
y si casado no eres
yo seré tuya de gana.
El Troco, como es mancebo,
de vergüenza no hablaba;
ella cautiva de amores
de su cuello le abrazaba.
El Troco le dice así,
de esta manera le hablaba:
—Si no estáis, señora, queda,
dejaré vuestra posada.