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Traducción de la Historia Roderici (pp. 343-345)

TRADUCCION DE LA «HISTORIA RODERICI», Emma Falque, Boletín de la Institución Fernán González, nº 201, 1983, pp. 339-375.

Introducción (abreviada). Las páginas que siguen ofrecen la primera traducción de la Hlstorla Roderici, una de las fuentes cldianas fundamentales. La tra­ducción va dirigida a los estudiosas de la figura de Rodrigo Díaz de Vivar e intenta hacer más asequible la crónica latina del Cid. El texto de la Historia Roderici ha llegado a nosotros a través de tres códices, de los cuales uno es copla exacta y tardía de otro, con lo que el número de manuscritos realmente queda reducido a dos.

La traducción es la primera de la Historia Roderici. Como hemos señalado anteriormente la presente traducción intenta hacer más asequible la crónica a los estudiosos de la figura de Rodrigo Díaz de Vivar. A ellos va dirigida y ésta es la causa del criterio adoptado de “ceñirme en la medida de lo posible al texto”. Ante las dos posibilidades que se me ofrecían: hacer una traducción literaria o atenerme fielmente a la crónica, he elegido la segunda. Sólo me resta hacer resaltar la dificultad inherente a toda traducción agravada por ser la primera. A esto se añade la lengua misma de la crónica: predominio de la parataxis sobre la hipotaxis, numerosas redundancias y, en general, la simplicidad a la que hace referencia el mismo autor. Todo ello justifica el lenguaje empleado.

La Historia Roderici (pp. 343-347)

Puesto que las acciones humanas que se desarrollan en el cur­so de los años, si no se reflejan fielmente en la relación de los acon­tecimientos, sin duda se hunden en la oscuridad del olvldo, por esto decidimos mantener a la luz de este escrito el recuerdo del linaje de Rodrigo Díaz, varón muy noble y guerrero, y de las campañas que valerosamente llevó a cabo.

Su genealogía es la siguiente: Laín Calvo engendró muchos hijos: entre ellos se contaron Fernando Laínez y Bermudo Laínez. Fernando Laínez engendró e Laín Fernández; Bermudo Lainez engendró a Ro­drigo Bermúdez. Laín Femández engendró a Nuño Laínez, Rodrigo Ber­mudez engendró e Pedro Fernández, y a una hija, de nombre Eylo. Nuño Laínez recibió a esta Eylo como esposa y engendró de ella a Laín Nuñez, Laín Núñez engendró a Diego Lainez. Diego Laínez engendró a Rodrigo Díez el Campeador de la hija de Rodrigo Alvarez, hermano de Nuño Al­varez, que tuvo el castillo de Amaya y otras muchas regiones, Rodrigo Alvarez tuvo el castillo de Luna y las regiones de los de Mormojón, Mo­radilllo, Cellorigo y Curiel, y muchas villas en la llanura, Su mujer fue doña Teresa, hermana de Nuño Laínez de Relias.

Diego Laínez, padre de Rodrigo Díaz el Campeador, arrebató a los navarros con grande y fuerte valor el castlllo que se llama Ubierna, Urbel y La Piedra. Luchó con los referidos navarros en el campo de ba­talla y los venció. de suerte que, una vez conseguido el triunfo sobre ellos, nunca más pudieron derrotarle. A su muerte, Rodrigo Díez su hijo le sucedió en la heredad paterna.

Sancho, rey de Castilla y señor de Hlspania, le crió esmeradamente y le armó caballero, ciñéndole la espada. Cuando el rey Sancho marchó a Zaragoza y luchó con Ramiro, rey de Aragón, en Graus donde le venció y dio muerte, llevó consigo a Rodrigo Dfaz que estuvo pre­sente en la campaña y en el triunfo. Después de tal victoria, el rey Sancho regresó a Castilla.

Éste distinguía a Rodrigo Dloz con su predilección y amistad de tal manera que lo nombró alférez de todo su ejército. Así creció Ro­drigo y se convirtió en guerrero muy fuerte y Campeador en el pa­lacio del rey Sancho. En las batallas que el rey Sancho libró con el rey Alfonso en Llantada y Golpejera, donde le vencló, Rodrigo Dlaz llevó el pendón real del rey Sancho y se destacó y sobresalió entre todos los soldados de su ejército. Cuando el rey Sancho puso cerco a Zamora, se dio el caso que Rodrigo Díaz luchó solo contra quince soldados del bando contrario que le atacaban, siete de los cuales iban armados con lorigas; de éstos mató a uno, hirió y derribó en tierra a dos. y a todos los demás los puso en fuga con ánimo decidido. Después luchó con Jlmeno Garcéz, uno de los mejores de Pamplona, y le venció. Luchó también con Igual suerte con un sarraceno en Medinaceli al que no sólo venció, sino que mató.

Después de la muerte de su señor el rey Sancho, que le crió y le demostró muy gran amistad, el rey Alfonso le recibió como vasallo con honores y le tuvo en le corte en gran estima y consideración. Le dio como esposa a doña Jlmena, su sobrina, hija del conde Diego de Oviedo, de la cual tuvo hijos e hijas.

Más tarde, el rey Alfonso le envió como emisario al rey de Sevilla y al de Córdoba a cobrar sus parias. Eran entonces enemigos Mu’tamid, rey de Sevilla y (‘Abd Allah) Muzaffar, rey de Granada. Estaban con el rey de Granada García Ordóñez, Fortún Sánchez, yerno de García rey de Pamplona, Lope Sánchez, hermano de Fortún Sánchez y Diego Pérez, uno de los mayores de Castilla. Cada uno de éstos vino con su ejército a luchar contra el rey de Sevilla.

Cuando Rodrigo Díaz llegó junto a Mu’tamid, en seguida se le anunció que el rey de Granada se dirigía con la ayuda de los cristianos contra Mu’tamid y su reino. Entonces envió una carta al rey de Granada y a los cristianos que estaban con él diciéndoles que en consideración a su señor, el rey Alfonso, desistieran de atacar al rey de Sevilla y de entrar en su reino. Pero ellos, confiados en la multitud de su ejército, no sólo no quisieron oír sus ruegos, sino que incluso los despreciaron. Llegaron, pues, saqueando todo aquel territorio, hasta el castillo que se llama Cabra.

Al oír y cerciorarse de ello, Rodrigo Díaz al punto salló a su encuentro con su ejército y allí libró con ellos cruel combate; la lucha entablada entre ellos duró desde la mañana hasta el mediodía. Se produjo una gran matanza y carnicería en el ejército del rey de Granada, tanto de sarracenos como de cristianos, hasta que todos, vencidos y en desorden, huyeron del rostro de Rodrigo Díaz. Fueron capturados en este combate el conde García Ordóñez, Lope Sánchez, Diego Pérez y otros muchos de sus caballeros. Después de conseguir este triunfo, Rodrigo Díaz los tuvo presos tres días. Luego les quitó las tiendas y todo su botín y así les permitió que se fueran perdonándoles la vida.

Rodrigo victorioso volvió a Sevilla. Mu’tamid le dio los tributos del rey Alfonso y añadió a ellos regalos y muchos presentes para que se los entregara al rey. Después de aceptar los mencionados regalos y tributos y una vez que se firmó la paz entre Mu’tamid y el rey Alfonso, regresó muy honrado a Castilla y a la corta de su señor el rey.

A causa de tal triunfo y de la victoria que le otorgó Dios, muchos, tanto parientes como extraños, movidos por la envidia le acusaron ante al rey de cosas falsas y fingidas.

Vuelto Rodrigo a Castilla con tal honor, el rey Alfonso se dirigió en seguida con su ejército al territorio de los sarracenos que le era rebelde pare luchar contra ellos y extender y pacificar su reino. Rodrigo entonces permaneció enfermo en Castilla. Entre tanto llegaron los sarracenos e irrumpieron en el castillo denominado de Gormaz, donde consiguieron no poco botín.

Al tener noticias de esto Rodrigo, movido por una gran ira y tristeza dijo: «Perseguiré a esos merodeadores y quizás les dé alcance». Así, reunido su ejército y bien armados todos sus soldados, saqueando en el reino de Toledo y arrasando la tierra de los sarracenos, hizo pri­sioneros a siete mil, entre hombres y mujeres, les quitó valerosamente todas sus pertenencias y riqueza, y las llevó a su casa.

Cuando el rey Alfonso y los magnates de su corte escucharon este hecho de Rodrigo, recibieron la noticia molestos y, acusándole los cortesanos se lo echaron en cara por la envidia que le tenían, diciendo al rey de común acuerdo: «Rey y señor, no le quepa duda vuestra majestad de que Rodrigo hizo esto para que los sarracenos nos matasen a todos nosotros que andábamos entonces por su tierra devastándola, y pereciéramos allí». El rey, airado y encolerizado injustamente por esta mal intencionada y envidiosa acusación, le arrojó de su reino.

Aquél, después de salir de Castilla, se dirigió a Barcelona dejando a sus amigos sumidos en la tristeza. Luego marchó a Zaragoza donde reinaba Muqtadir (b.Hud)… muerto en Zaragoza. Su reino fue dividido entre sus dos hijos, Mu’tamin y al-Hayib. Mu’tamin reinó en Za­ragoza, su hermano al-Haylb en Denia. Este Mu’tamin apreciaba mucho a Rodrigo, y le puso en lugar destacado colocándole al frente de su reino y de todo su territorio, y tomándole en todo de consejero.

Surgió entonces entre Mu’tamin y su hermano al-Hayib un enfrentamiento duro y muy cruel hasta el punto de fijar un lugar y un día para pelear entre ellos.

Sancho, rey de Aragón y de Pamplona, y Berenguer, conde de Barcelona, iban en el séquito de al-Hayib prestándole ayuda, Con Mu’tamin estaba Rodrigo Díaz, que le servía fielmente, y cuidaba y protegía su reino y su tierra; por lo que el rey Sancho y el conde Berenguer, sobre todo, le tenían envidia y maquinaban contra él.

En cuanto el rey Sancho escuchó que Rodrigo Díaz quería ir de Zaragoza a Monzón, juró que de ningún modo se atrevería a hacer esto. Al conocer Rodrigo el juramento del rey, herido en su amor propio, plantó sus tiendas con la totalidad de su ejército ante los ojos de sus enemigos, es decir, ante todo el ejército de al-Hayib. Y al día siguiente, en presencia del rey Sancho entró en Monzón, pero el rey no se atrevió a hacerle frente.

Entretanto decidieron Mu’tamin y Rodrigo restaurar y fortificar el antiguo castillo denominado de Almenar, lo cual llevaron a cabo en seguida, Luego desató otra vez le rivalidad entre Mu’tamtn y su hermano al-Haylb hasta el punto de declararse la guerra.

Al-Hayib se reunió con el conde Berenguer, con el conde de  Cerdaña, con el hermano del conde de Urgel y con señores de Besalú, del Ampurdán, del Rosellón y de Carcasona y decidió con ellos que to­dos marcharían en su compañía y sitiarían el mencionado castillo de Almenar, lo cual se llevó a cabo inmediatamente. Lo sitiaron y lucharon contra él durante muchos días hasta que les faltó el agua a los que estaban en la fortaleza.

Rodrigo se encontraba entonces en el castillo conocido por el nombre de Escarp que está situado entre dos ríos, el Segre y el Cinca y que había tomado antes valerosamente, después de hacer prisioneros a todos sus moradores. Estando, pues, allí, envió un legado a Mu’tamin para anunciarle la tribulación y el aprieto del castillo de Almenar y decirle que todos los que estaban en el referido castillo estaban cansados, muy… y en situación crítica. De nuevo esto excitó el orgullo de Rodrigo quien envió otros legados con cartas a Mu’tamln para que socorriera a la fortaleza que había construido. Mu’tamin marchó en seguida al en­cuentro de Rodrigo y se reunió con él en el castillo de Tamarlte donde celebraron su consejo.

Mu’tamin recomendaba e Rodrigo que atacase a los enemigos que sitiaban la fortaleza de Almenar, pero él le respondió: «Es mejor que le pagues su tributo a al-Hayib para que deje de sitiar el castillo, antes que emprender la lucha con él, porque viene con una gran hueste». Mu’tamin se avino a esto gustosamente. Rodrigo envió en seguida un emisario a los mencionados condes y a al-Hayib para que, después de aceptar el tributo, se alejaran del referido castillo, Pero ellos no quisieron hacer caso de sus palabras ni dejaron de asediar la fortaleza. Regresó el emisario a Rodrigo y le contó todas las cosas qua habla oído de ellos.

Él, montado en cólera, mandó tomar las armas a todos sus soldados y prepararse con valentía para la lucha. Así pues, marchó con su ejército hasta aquel lugar en que se entraron frente a frente los condes, al-Hayib y Rodrigo. Los combatientes de uno y otro bando dis­pusieron sus tropas en orden de batalla y lanzándose impetuosamente con enorme vocerío iniciaron el combate, pero, pronto al-Hayib y los condes huyeron retirándose vencidos y en desorden del rostro de Rodrigo. La mayor parte murió, y tan sólo unos pocos consiguieron huir. Todo su botín y pertenencias pasaron legalmente a poder de Rodrigo, quien, des­pués de conseguir la victorla, se llevó cautivos al conde Berenguer y sus soldados al castillo de Tamarlte y allí los puso en manos de Mu’tamin. Pero a los cinco días los dejó volver libres a su tierra.