Historia Compostelana (c. 1110 for early passages, continued until 1149)

The Historia Compostelana (fully titled in Latin: De rebus gestis D. Didaci Gelmirez, primi Compostellani Archiepiscopi) is a historical chronicle by several authors based on the relation of events by a writer in the immediate circle of Diego Gelmírez, second bishop (1100–1120) then first archbishop (1120–1140) of Compostela, one of the major figures of the Middle Ages in Galicia. The primary narrative of the Historia Compostelana spans the years 1100 – 1139, the years of Gelmírez’s tenure, in three books. Its twofold central agenda is to extol the Archbishop’s doings, while establishing the foundation and rights of Santiago de Compostela, including its founding legend, which provided apostolic connections with Saint James the Great. The bishopric had been transferred from Iria Flavia to Compostela as recently as 1095 (from Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Historia_Compostelana)

The text that follows is the Spanish translation of the Latin original, from Historia Compostelana, edited and translated by Emma Falque, Akal, 1994. The subsequent English translation is by Matthew Bailey.

Historia Compostelana

I. EN NOMBRE DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO. EMPIEZA EL TRASLADO DE SANTIAGO, HERMANO DE JUAN APÓSTOL Y EVANGELISTA

1. Según hemos aprendido de la verdad evangélica, nuestro Señor y Redentor, cuando iba a subir al cielo a los cuarenta días de su Resurrección, ordenó a sus discípulos que predicaran el Evangelio por toda el orbe de la tierra y que bautizaran a los convertidos a la verdadera fe en nombre de la santa e indivisa Trinidad, diciéndoles: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura etcétera. Y así al marchar las otros apóstoles siguiendo el mandato del Señor a diversas provincias y a ciudades para predicar el Evangelio, Santiago, hermano de San Juan el apóstol y evangelista, permaneció en Jerusalén para predicar la palabra de Dios y allí, decapitado par Herodes por confesar a Cristo y afirmar la fe católica, fue el primero de todos los apóstoles en sufrir el martirio. Pues el evangelista San Lucas dice en los Hechos de los Apóstoles: Envió el rey Herodes tropas para maltratar a algunos de la iglesia e hizo morir por la espada a Santiago, hermano de Juan. Y los judíos, guiados por su malevolencia y envidia, no quisieron ni enterrar el venerable cuerpo del santo apóstol ni permitieron a los cristianos que entonces vivían en Jerusalén que lo enterraran, sino que, según afirma el papa León en la carta dirigida a los hispanos en la que habla de su pasión y traslado de su cuerpo a Hispania: Arrojando el cuerpo entero con la cabeza en las afueras de la ciudad, lo dejaron a merced de los perros, las aves y las fieras para que fuera devorado y consumido. Pero sus discípulos, a las que el había ordenado en vida que llevaran su cuerpo a Hispania para enterrarle, recogieron el cuerpo con la cabeza durante la noche, según atestigua el papa León, llegaron hasta la orilla del mar con paso apresurado y, al buscar allí un barco para hacer el viaje a Hispania, encontraron en la playa una nave que les había sido preparada por Dios, en la cual se hicieron a la mar llenos de gozo dando gracias a Dios de manera unánime tras embarcar el sacratísimo cuerpo, y después de evitar Escila y Caribdis junto con las peligrosas Sirtes, siguiendo el rumbo de la mano del Señor, arribaron a bordo del afortunado navío primero al puerto de Iria y luego llevaron el venerable cuerpo al lugar que entonces se llamaba Liberum donum y que ahora se llama Compostela, donde lo sepultaron siguiendo el rito eclesiástico bajo unos arcos de mármol.

2. Había florecido desde antiguo la religión cristiana en aquel lugar entre los seguidores de la fe católica, pero al llegar el tiempo de la persecución y pisotear la soberbia tiranía de los paganos la dignidad del nombre cristiano, casi todo el culto de la religión cristiana se había perdido hacía ya mucho tiempo. Así pues, en época de los sarracenos y largo tiempo después de la restauración, la venerable tumba del santo apóstol, que no era visitada por ningún cristiano, permaneció cubierta durante muchísimo tiempo por la espesura de los arbustos y del bosque y no fue revelada o conocida por nadie hasta la época de Teodomiro, obispo de Iria.¹ Pero cuando al omnipotente Dios le pareció bien ayudar a su iglesia que sufría y, llevado de su misericordia, convertir su adversidad en tranquila prosperidad, al instante cambió con su poderosa autoridad los tiempos, transformó el reino de Hispania y, pisoteado y anulado totalmente el culto religioso de los gentiles en toda España, levantó allí el nombre y la fe de Cristo.

3. Pero antes de la expulsión de aquella peste, el rey Miro,² de feliz memoria, al recibir el cetro real por providencia divina, fue el primero que, siguiendo la inspiración de la gracia divina, constituyó sedes pontificales, según la norma de la iglesia romana, en las provincias de Hispania y después de elegir a Andrés, lo nombró primer obispo en la sede de Iria. Hemos leído que a este le sucedieron los que más abajo están nombrados, de los cuales no tenemos prácticamente ninguna noticia excepto sus nombres: Domingo, Samuel, Gotomaro, Vincibile, Ildiulfo, Escluva, Teovesindo, Bemila, Romano, Agustín, Honorato, Quendulfo, y otro Quendulfo.

II. DESCUBRIMIENTO DEL CUERPO DE SANTIAGO, HERMANO DE JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA

1. Se dice que sucedió a los mencionados obispos Teodomiro, elevado por disposición divina a la misma sede, y que en sus tiempos la omnipotencia de la divina majestad se dignó ayudar e iluminar la iglesia occidental con el descubrimiento del sepulcro de tan gran Apóstol. La siguiente página explica de qué manera le fue revelado.

Unos hombres, personas de gran autoridad, refirieron al mencionado obispo que habían visto muchas veces unas luminarias que brillaban de noche en el bosque que, por el mucho tiempo transcurrido, había crecido sobre la tumba de Santiago, y que allí se les habían aparecido ángeles con frecuencia. Cuando escuchó esto, el mismo se dirigió al lugar donde aquellos aseguraban que habían visto tales cosas, y efectivamente contempló con sus propios ojos las luminarias que brillaban allí. Inspirado, pues, por la divina gracia, se dirigió rápidamente al referido bosquecillo y mirando alrededor con cuidado encontró entre los arbustos y malezas una pequeña casa que tenía dentro una tumba de mármol. Después de encontrarla, dando gracias a Dios, se dirigió enseguida a presencia del rey Alfonso el Casto,³ que entonces reinaba en España, y le dio a conocer el asunto verazmente según había oído y visto con sus propios ojos; el rey en persona, henchido de gozo por tan gran noticia, con paso apresurado vino a estas regiones y restaurando la iglesia en honor de tan gran Apóstol trasladó el episcopado de la sede iriense al lugar que se llama Compostela, con la autoridad de muchos obispos, de los siervos de Dios y de nobles varones y con privilegio real. Hemos escuchado a muchos que lo cuentan que esto sucedió en tiempos de Carlomagno.

El obispo Teodomiro elevaba tanto más confiadamente los ojos de su mente a la consideración de la patria celestial, cuanto con más frecuencia veía que Santiago resplandecía con milagros y prodigios después que se erigió la basílica en su honor. Protegido, pues, por la esperanza de las cosas celestes, después de algún tiempo, tranquilo dejó la vida al llegarle su última hora.

2. Adaulfo que le sucedió, con vigilante solicitud, según le fue posible, alimentó con el pábulo de la palabra divina el rebaño a él confiado.

Adaulfo II, cuando recibió el orden episcopal, estaba tan abrasado por el deseo interno de contemplación, que por envidia fue acusado por unos enemigos suyos del vicio de sodomía en presencia del rey que entonces gobernaba en España. Así pues, el rey, al oír que había cometido tan gran delito, movido por vehemente ira, ordenó que, según su despiadada sentencia, el fuera expuesto a un indómito y muy feroz toro delante de todo el consejo, con intención de que el que se decía reo de tan gran crimen fuese despedazado por el ímpetu del enfurecido toro. Pero, Aquel que con oculto juicio pesa el estado de la justicia con igual balanza, no permitió que el rayo de la verdad fuera oscurecido por la sombra de la mentira y mitigó de tal manera la ferocidad del furioso toro que, aunque era irritado por los perros, ningún daño pudo hacer al religioso varón.

Y pensamos que esto sucedió así porque, aunque ya había sido condenado a los ojos humanos, no obstante, confiando en la divina piedad, celebró el oficio de la sagrada misa y, revestido con la casulla pontifical, como inexpugnable atleta de Dios se dirigió al martirio, donde se celebraba el espectáculo, para ser protegido por la divina misericordia. Efectivamente, el toro, muy irritado por las trompetas y los perros de los cazadores cuando lo vio, de indómito se apaciguó y espontáneamente puso sus cuernos en sus manos y así el santo de Dios escapó ileso.

Al ver el rey y todos los que estaban con él el milagro de tan gran virtud, se echaron ante sus pies y confesaron manifiestamente y en voz alta que ellos eran reos del falso testimonio con el que habían querido torcidamente condenarle. Pero él, devolviendo bien por mal, según el Apóstol,⁴ les perdonó misericordiosamente y, abandonando la dignidad de su pontificado en ese mismo momento para dejar lo transitorio de esta vida fugitiva y servir solo a Dios, se dirigió a Asturias donde dejó ejemplo a los demás de santa vida y pagó su deuda con la naturaleza en la era 904 (año 866). Y la casulla con la que el precisamente celebró misa el día del juicio, por milagro divino, fue de tan gran virtud que, si alguno la vistiera para prestar juramento a otro y por casualidad fuera perjuro, de ningún modo podría quitársela.

3. Y Sisnando, obispo de esta iglesia, quien sucedió por providencia de la divina gracia a Adaulfo de santa memoria, se esforzó tanto en la tarea de la santa predicación que, despreciando las asuntos seculares, aspiró con toda su alma a la contemplación celestial. Y al recordar la santa vida de su predecesor Adaulfo, llevado del deseo de la caridad fraterna, marchó a Asturias de donde trasladó el cadáver a Compostela y le dio sepultura con gran reverencia.

Además por consejo y disposición del santísimo emperador don Alfonso y de la reina Jimena amplió la iglesia de este reverendísimo apóstol y una vez ampliada la consagró junta con muchos obispos. Fundó también un monasterio que se llama Antealtares, y el de Pinario, donde fue construido para gloria de Dios el monasterio de San Martin. Fundó también Lovio, donde se guardan las reliquias de San Félix. En fin, teniendo ante los ojos de su alma la sentencia de Job, en la que se dice: Fui pies del cojo y ojos del ciego, hizo construir junta a la torre de la entrada principal de esta iglesia un alojamiento para cojos y ciegos y para toda clase de inválidos, con intención de que con las limosnas y oblaciones de los fieles se sustentara la indigencia de estos. Construyó, pues, el venerable obispo los mencionados monasterios, los de Antealtares y Pinario, con los propios bienes de la iglesia de Santiago, para que, si alguno de los ancianos de esta iglesia deseara lavar las manchas de sus pecados con las lágrimas del arrepentimiento bajo la regla de San Benito, en cualquiera de ellos pudiera hacer vida monacal como en casas propias y privadas. Con igual intención fue construido Lovio por el mismo obispo para que, si alguno de los que están al servicio de esta iglesia enferma, se jubile y se retire allí a reposar. El origen de estos servidores, según conocemos verazmente, vamos a contarlo con exactitud y de manera detallada. En efecto, el susodicho obispo Sisnando, como recordaba la muy infame traición y acusación hecha a su religioso obispo don Adaulfo, entregó con la autoridad del rey por decreto perpetuo a cuantos familiares y descendientes de los que le habían traicionado pudo encontrar, para que realizaran los trabajos de esta iglesia como criados, con la condición de que ellos y su estirpe fueran para siempre o bien cocineros o bien otra clase de servidores. Después de algún tiempo el católico obispo terminó en paz su vida en la era 958 (año 920).

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III. NOMBRAMIENTO DE PEDRO, MONJE DEL MONASTERIO DE CARDEÑA, COMO OBISPO DE COMPOSTELA

1.Entretanto el rey don Alfonso,⁵ católico varón, como comprendía y consideraba en su interior que la iglesia del santísimo Apóstol de ninguna manera podía permanecer sin sufrir daño al encontrarse en el peligroso estado de viudedad, si no era protegida por la providencia de un pastor, hacia esfuerzos por elevar a otro a la silla pontifical de la iglesia de Santiago. Y así mientras celebraba un concilio Ricardo, cardenal y legado de la santa romana iglesia, en Santa María de Husillos, se presentó el rey Alfonso en persona y ordenó que el mencionado obispo, al que durante bastante tiempo había tenido encarcelado, fuera al concilio, libre de cadenas pero bajo custodia, para despojarle de la dignidad pontifical. Entonces el obispo por miedo al rey y con la esperanza del perdón sufrió el juicio previo del cardenal romano y, proclamando delante de todo el concilio que él era indigno del episcopado, devolvió al cardenal el anillo y el báculo pastoral. Por otra parte, el cardenal concedió la licencia para elevar a la silla pontifical de la iglesia de Santiago a otro, llamado Pedro, abad de Cardeña. Después de esto, el obispo, a pesar de haber sido encontrado culpable en el juicio previo, pasó de nuevo a la tutela del rey, Por esto, al ser tratadas finalmente estas cosas en Roma, el mencionado Ricardo, cardenal de la santa iglesia romana y legado, fue atravesado por el dardo de la confusión y de la ignominia. Pues el papa Urbano y la santa iglesia romana le reprendieron y censuraron especialmente por haber condenado en el juicio previo al mencionado obispo de Compostela a que fuera aprehendido y por haberle depuesto injustamente, por ello el mismo fue privado también de la legacía con la que se había atrevido a tales cosas. Por su parte el rey Alfonso, siguiendo el sentir general de los sabios varones de España, puso al frente de esta iglesia apostólica al abad del monasterio de Cardeña, de nombre Pedro, quien tras permanecer durante dos años en el episcopado al frente del rebaño que le había sido encomendado, aunque había sido elevado a la cima de tan gran honor sin el consentimiento de nuestra madre la santa romana iglesia, en un concilio celebrado en León por el cardenal don Regnerio que después, elegido Papa en la ciudad de Roma, adoptó el nombre de Pascual,⁶ fue enterrado de acuerdo con las leyes canónicas.

En su ausencia sigue una administración

2. Y después de recibir allí uno de los parroquianos de la iglesia de Santiago, llamado Pedro Vimara, laico y mayordomo real, de manos del rey don Alfonso todo el señorío que había gobernado el obispo, regresó a su tierra donde mostró tanta crueldad y tanto empeño en robar a pobres y ricos que acabó con todo como si fuera un enemigo, derrochándolo, y puesto que el mismo se dio cuenta de que había quemado y había arrebatado todo sin interrupción, trató de conseguir muy injustamente la benevolencia de algunos y permitió con su consentimiento que fuesen arrebatados a Santiago, patrón nuestro, la tierra que en nuestra lengua se llama Montaos y el castillo de San Jorge y una parte de la parroquia de Cordario. Al morir este y tras recibir en matrimonio el muy venerable conde don Raimundo a la muy augusta hija del católico rey don Alfonso, Arias Díaz fue nombrado merino de esta tierra. Este, que era una persona cruel, llevado por sus ardientes deseos, con mente sedienta y por la fuerza robó y destruyó todo lo que pudo robar y arrebatar, por lo que tanto los poderosos como los débiles permanecieron oprimidos por el intolerable peso de tan gran aflicción en media de la más profunda congoja hasta su muerte, Los canónigos de esta iglesia, que debían ser los administradores de la dignidad eclesiástica, llegaron en aquel momento a tal grado de indigencia que obligados por la pobreza, en la misma canónica pidieron limosna de todas las maneras para comprar alimentos para su sustento. Y lo que es totalmente indigno y ha de lamentarse hasta las lágrimas: vestidos incluso con ropas vilísimas y diversas, sin seguir las costumbres dictadas por la doctrina eclesiástica, cantaban de forma desordenada en el coro las alabanzas a Dios.

Palabras del autor

Obedeciendo el mandato de don Diego II,⁷ obispo de la sede compostelana, con devoción y de buen grado, he puesto hasta aquí, por escrito de la forma más veraz posible los hechos de sus predecesores. Y ahora con la ayuda de la divina gracia empezaré a describir y recordar a las generaciones venideras los éxitos que el reverendo obispo tuvo en el desempeño del cargo y las adversidades que sufrió con valentía en el mismo y lo que el en persona con la cooperación del Señor llevó a cabo con discreción y sabiduría para honor de Dios y utilidad de su iglesia. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor que hizo el Cielo y la Tierra. Amén.

English translation of the Spanish text:

I. IN THE NAME OF OUR LORD JESUS CHRIST. THE TRANSFER OF JAMES, BROTHER OF JOHN THE APOSTLE AND EVANGELIST, BEGINS

1. As we have learned from the truth of the Gospel, our Lord and Redeemer, when he was about to ascend into heaven on the fortieth day after his Resurrection, commanded his disciples to preach the gospel throughout the world of the earth and to baptize those who were converted to the true faith in the name of the holy and undivided Trinity, saying to them, “Go into all the world and preach the gospel to every creature,” and so on. And so, when the other apostles went at the Lord’s command to various provinces and cities to preach the Gospel, James, brother of St. John the apostle and evangelist, remained in Jerusalem to preach the word of God, and there, beheaded by Herod for confessing Christ and affirming the Catholic faith, he was the first of all the apostles to suffer martyrdom. For the Evangelist Luke says in the Acts of the Apostles: “King Herod sent troops to mistreat some of the church, and put James, John’s brother, to death by the sword.” And the Jews, guided by their malevolence and envy, did not want to bury the venerable body of the holy apostle nor did they allow the Christians who then lived in Jerusalem to bury him, but, as Pope Leo affirms in the letter addressed to the Spaniards in which he speaks of his passion and transfer of his body to Hispania: Throwing the whole body with its head on the outskirts of the city, they left it at the mercy of dogs, birds, and wild beasts to be devoured and consumed. But his disciples, whom he had commanded during his lifetime to carry his body to Hispania for burial, gathered up the body with its head during the night, as Pope Leo testifies, reached the seashore with a hurried step, and, looking there for a ship to make the voyage to Hispania, they found on the beach a ship that had been prepared for them by God, in which they went to sea full of joy, giving thanks to God unanimously, after embarking the most sacred body, and after avoiding Scylla and Charybdis together with the dangerous Syrtes, following the course of the hand of the Lord, they arrived on board the fortunate ship first at the port of Iria and then carried the venerable body to the place then called Liberum donum and which is now called Compostela, where he was buried following the ecclesiastical rite under marble arches.

2. The Christian religion had flourished in that place among the followers of the Catholic faith since ancient times, but when the time of persecution came, and the haughty tyranny of the pagans trampled on the dignity of the Christian name, almost all the worship of the Christian religion had long since been lost. Thus, in the time of the Saracens, and long after the restoration, the venerable tomb of the holy apostle, which was not visited by any Christian, remained for a long time covered with thickets and woods, and was not revealed or known to anyone until the time of Theodomir, bishop of Iria.⁸ But when the almighty God thought it right to help his suffering church, and, carried away by his mercy, to convert their adversity into tranquil prosperity, he instantly changed the times by his powerful authority, transformed the kingdom of Hispania, and, trampling under foot and totally annulling the religious worship of the Gentiles throughout Spain, raised up there the name and faith of Christ.

3. But before the expulsion of that plague, King Miro,⁹ of happy memory, on receiving the royal sceptre by divine providence, was the first who, following the inspiration of divine grace, constituted pontifical sees, according to the norms of the Roman Church, in the provinces of Hispania, and after electing Andrew, appointed him first bishop in the see of Iria. We have read that he was succeeded by those named below, of whom we have practically no information except their names: Dominic, Samuel, Gotomarus, Vincibile, Ildiulf, Escluva, Theovesindo, Bemila, Romanus, Augustine, Honoratus, Quendulph, and another Quendulph.

II. DISCOVERY OF THE BODY OF JAMES, BROTHER OF JOHN, APOSTLE AND EVANGELIST

1. It is said that Theodomir, who was raised by divine disposition to the same see, succeeded the above-mentioned bishops, and that in his time the omnipotence of the divine majesty deigned to help and enlighten the Western Church by the discovery of the tomb of so great an Apostle. The next page explains how it was revealed to him.

Some men, persons of great authority, reported to the bishop that they had often seen some luminaries shining at night in the forest which, because of the long time that had elapsed, had grown over the tomb of James, and that angels had frequently appeared to them there. When he heard this, he himself went to the place where they claimed to have seen such things, and indeed he saw with his own eyes the luminaries that shone there. Inspired, therefore, by divine grace, he hastened to the grove, and looking about carefully found among the bushes and weeds a small house with a marble tomb in it. After finding it, giving thanks to God, he went at once to the presence of King Alfonso the Chaste,¹⁰ who then reigned in Spain, and made known to him the matter truthfully as he had heard and seen with his own eyes; the king himself, filled with joy at such great news, with a hasty step came to these regions and, restoring the church in honor of so great an Apostle, transferred the episcopate from the see of Iria to the place called Compostela, with the authority of many bishops, of the servants of God and of noble men and with royal privilege. We have heard from many that this happened in the time of Charlemagne.

Bishop Theodomir raised the eyes of his mind all the more confidently to the consideration of the heavenly homeland, the more often he saw that St. James shone with miracles and wonders after the basilica was erected in his honor. Protected, then, by the hope of heavenly things, after some time he calmly left life at his last hour.

2. Adaulf, who succeeded him, with vigilant solicitude, as far as he could, fed the flock entrusted to him with the pabulum of the divine word.

Adaulf II, when he received episcopal orders, was so consumed by the inner desire of contemplation, that out of envy he was accused by some of his enemies of the vice of sodomy in the presence of the king who then ruled in Spain. Wherefore the king, when he heard that he had committed so great a crime, was moved by vehement rage, and ordered that, according to his pitiless sentence, he should be exposed to an untamed and very ferocious bull before the whole council, with the intention that he who was said to be guilty of so great a crime should be torn to pieces by the impetuosity of the enraged bull. But He who with hidden judgment weighs the state of justice with equal scales, did not allow the ray of truth to be obscured by the shadow of falsehood, and so mitigated the ferocity of the furious bull that, though irritated by the dogs, he could do no harm to the religious man.

And we think that this happened because, although he had already been condemned in human eyes, nevertheless trusting in divine piety, he celebrated the office of the Holy Mass and, clothed in the pontifical chasuble, as an impregnable athlete of God, he went to martyrdom, where the spectacle was celebrated, to be protected by divine mercy. Indeed, the bull, greatly irritated by the trumpets and the dogs of the hunters when he saw him, went from indomitable to peaceful and spontaneously put his horns in his hands and thus the saint of God escaped unharmed.

When the king and all who were with him saw the miracle of so great a virtue, they threw themselves at his feet and confessed in a loud voice that they were guilty of the false testimony with which they had crookedly sought to condemn him. But he, returning good for evil, according to the Apostle,¹¹ mercifully forgave them and, abandoning the dignity of his pontificate at that very moment and leaving the transitory nature of this fugitive life to serve God alone, he went to Asturias where he left an example to others of holy life and paid his debt to nature in the era 904 (year 866). And the chasuble with which he celebrated Mass on the day of judgment, by a divine miracle, acquired such great virtue that, if anyone were to wear it to take an oath to another, and by chance was perjured, he could by no means remove it.

3. And Sisnando, bishop of this church, who by the providence of divine grace succeeded Adaulf of holy memory, so exerted himself in the task of holy preaching that, despising secular affairs, he aspired with all his soul to heavenly contemplation. And remembering the holy life of his predecessor Adaulfo, carried away by the desire for fraternal charity, he went to Asturias, whence he transferred the body to Compostela and buried it with great reverence.

Moreover, by the advice and disposition of the most holy emperor Don Alfonso and Queen Jimena, he enlarged the church of this most reverend apostle and, once enlarged, consecrated it together with many bishops. He also founded a monastery called Antealtares, and that of Pinario, where the monastery of San Martin was built for the glory of God. He also founded Lovio, where the relics of St. Felix are kept. Finally, having before the eyes of his soul the sentence of Job, in which it is said, “I was the feet of the lame and the eyes of the blind,” he had built next to the tower of the main entrance of this church a lodging for the lame and the blind, and for all kinds of invalids, with the intention that the alms and oblations of the faithful might support them in their poverty. The venerable bishop therefore built the aforesaid monasteries, those of Antealtares and Pinario, with the resources of the church of Santiago, so that, if any of the elders of this church wished to wash away the stains of their sins with the tears of repentance under the rule of St. Benedict, he might live a monastic life in any of them as well as in his own private houses. Lovio was built with the same intention by the same bishop so that, if any of those who are at the service of this church become sick, they may retire and enter there to rest. The origin of these servers, as we know truthfully, we are going to tell exactly and in detail. In fact, the aforesaid bishop Sisnando, as he recalled the very infamous treachery and accusation made against his religious bishop Don Adaulfo, handed over to the king’s authority by perpetual decree as many relatives and descendants of those who had betrayed him as he could find, to carry out the work of this church as servants, on condition that they and their lineage should forever be either cooks or other kinds of servants. After some time the Catholic bishop ended his life in peace in the era 958 (year 920).

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III. APPOINTMENT OF PETER, MONK OF THE MONASTERY OF CARDEÑA, AS BISHOP OF COMPOSTELA

1. In the meantime King Don Alfonso¹², a Catholic man, as he understood and considered within himself that the church of the most holy Apostle could in no way remain unharmed by being in the dangerous state of widowhood, if it was not protected by the providence of one pastor, was making efforts to elevate another to the pontifical chair of the church of Santiago. And so, while Richard, cardinal and legate of the holy Roman church, was holding a council at Santa Maria de Husillos, King Alfonso appeared in person and ordered the said bishop, whom he had long imprisoned, to come to the council, free from chains but in custody, to deprive him of the pontifical dignity. Then the bishop, out of fear of the king, and in the hope of pardon, suffered the previous judgment of the Roman cardinal, and, proclaiming before the whole council that he was unworthy of the episcopate, returned to the cardinal the ring and the pastoral crosier. On the other hand, the cardinal granted permission to elevate to the pontifical chair of the church of Santiago another, named Pedro, abbot of Cardeña. After this, the bishop, though found guilty at the previous trial, passed again into the king’s guardianship. For this reason, when these things were finally dealt with at Rome, the aforesaid Richard, cardinal of the holy Roman church and legate, was pierced by the dart of confusion and ignominy. For Pope Urban and the holy Roman Church especially rebuked and censured him for having condemned the said bishop of Compostela to be apprehended in the previous trial, and for having unjustly deposed him, for which reason he himself was also deprived of the legacy with which he had dared to do such things. For his part, King Alfonso, following the general sentiment of the learned men of Spain, placed at the head of this apostolic church the abbot of the monastery of Cardeña, named Pedro, who, after remaining for two years in the episcopate at the head of the flock entrusted to him, although he had been raised to the summit of so great an honor without the consent of our mother, the holy Roman church, at a council held at León by Cardinal Don Regnerius, who afterwards was elected pope in the city of Rome, and adopted the name of Paschal,¹³ he was buried in accordance with canon law.

In his absence, an administrator is appointed

2. And after one of the parishioners of the church of Santiago, named Pedro Vimara, a layman and royal steward, had received from the hands of King Don Alfonso all the lordship that the bishop had governed, he returned to his own country, where he showed so much cruelty and so much determination to rob poor and rich that he destroyed everything as if he were an enemy. And since he himself realized that he had burned and snatched everything without interruption, he tried to obtain very unjustly the benevolence of some and allowed with their consent that the land which in our language is called Montaos and the castle of St. George and a part of the parish of Cordario should be taken from St. James, our patron saint. On the death of the latter, and after the most venerable Count Don Raimundo received in marriage the very august daughter of the Catholic King Don Alfonso, Arias Díaz was appointed overseer of this land. This one, who was a cruel person, carried away by his ardent desires, with a thirsty mind and by force stole and destroyed all that he could steal and snatch, so that both the powerful and the weak remained oppressed by the intolerable weight of so great an affliction in the midst of the deepest sorrow until his death, The canons of this church, who were to be the administrators of the ecclesiastical dignity, at that time reached such a degree of destitution that, compelled by poverty, they begged alms in every way to buy food for their sustenance. And what is utterly unworthy and to be lamented to the point of tears, dressed even in the most vile and diverse garments, without following the customs dictated by ecclesiastical doctrine, they sang in a disorderly manner in the choir the praises of God.

The author’s words

Obeying the mandate of Don Diego II, bishop of the See of Compostela,¹⁴ I have willingly and devotedly put in writing as truthfully as possible the deeds of his predecessors. And now, with the help of divine grace, I will begin to describe and remind future generations of the successes which the reverend bishop had in the discharge of the office, and the adversities which he bravely endured therein, and what he himself, with the cooperation of the Lord, accomplished with discretion and wisdom to the honor of God and the usefulness of his church. Our help is in the name of the Lord who made Heaven and Earth. Amen.