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Capítulo III

He aquí que voy a explicar en qué cayó este converso para em­baucar:1Rabino anónimo. Ya explica la Biblia que ‘Ah’ab, hijo de ‘Omri, el denega­dor de Dios y adorador de ídolos, sobre el que Yavé dijo: «No hubo nadie como ‘Ah’ab» (1 Re. 21, 25). Como ayunó dos horas y media, según dijeron nuestros sabios, de bendita memoria:2Taan. 25b; San. 80, 2. «Fue anulado el decreto que pesaba sobre él», tal como está dicho: «Entonces diri­giósele a Elías, el tisbita, la palabra de Yavé para decir: ¿Has visto cómo se ha humillado ‘Ah’ab ante mí? Por cuanto se ha humillado en mi presencia, no atraeré la desgracia en sus días; en los días de su hijo acarrearé la desventura sobre su casa (I Re. 21, 28-29), y no lo dañó el Santísimo, bendito sea, como recompensa por su ayuno.

Eglon, rey de Moab, que oprimía a Israel, dado que honró al Dios de Israel, cuando le dijo Ehud: «Una palabra de Dios tengo para ti (Ju. 3, 20), y se levantó de su trono, lo recompensó Dios magníficamente, y estableció un trono a Salomón, éste era el trono de Yavé, tal como se dijo: «Así Salomón se sentó en el trono de Dios» (I Cr. 29, 2.3); y el trono del rey mesiánico fue para uno de sus descendientes, pues «Rut la moabita fue su hija»,3Naz. 23b. así dijeron los sabios, la paz sea con ellos. Y el Santo, bendito sea, no malogró su recompensa.

Nabucodonosor, el malvado, que destruyó a los israelitas como el profano que estuvo sobre la orilla dcl mar, y quemó los pedestales de la Casa del Templo de nuestro Señor, corrió cuatro pasos para adelantar el nombre de Dios al de Ezequías, tal como dijeron: «Co­rrió tras ella: cuatro pasos»;4San. 96a. y por ello su recompensa fue que reinó cuarenta años como los que reinó Salomón. Y no malogró el Santo, bendito sea, su recompensa.

Esaú, el impío, al que marcó el Nombre con su enemistad, tal como fue dicho: «Y a Esaú he aborrecido» (Mal. 1, 3}; comentaron nuestros sabios, de bendita memoria, la maldad de sus actos y dije­ron: «En este día pecó cinco veces: asesinó al alma, cometió idola­tría, cohabitó con la joven prometida, negó la resurrección de los muertos y renegó de la primogenitura».5BB. 16b. Se cubrió con su manto y se acercó a su padre Isaac, diciéndole: «¿Padre, existe el diezmo para la sal? Le contestó: ¡Hijo mío, cuán estricto eres con los preceptos!», y con todo esto hacía como que fortalecía un solo precepto, éste es el de la honra al padre, y fue su recompensa que Dios le dio un reino sin interrupción hasta que viniera el rey mesías, tal como dijeron los sabios, la paz sea con ellos: «No vendrá el hijo de David hasta que reciba Esaú la recompensa de la honra a su padre y a su madre, como ha dictado: «Tras la gloria me ha enviado a los gentiles» (Za. 2, 12).6Puede encontrar una interpretación rabínica de este pasaje aquí Ésta es la palabra de nuestros sabios, de bendita memoria, en mu­chos lugares: Dios, bendito sea, no priva de la recompensa a ningún ser, sino que recompensa siempre, según las buenas obras, a todo aquel que la ha realizado y condena, según la mala obra, a quien la ha efectuado durante el tiempo de su realización.7Sifra 76; Pes. 118a; BQ. 28b; Hor. 10b.

Si estos infieles conocidos son bien recompensados por Dios, por un mínimo de buena acción, Israel que ha sido forzada con la violen­cia de la persecución y ha practicado los preceptos en secreto, ¿cómo no la recompensará Dios, si junto a Él no habrá diferencia entre guardar un precepto o no guardarlo, entre el que adora a Dios y el que no lo adora? Todo esto se deduce de las palabras del hombre:8El rabino iguala el precepto y el pecado. «Mas cuando reza él comete un pecado»; y así escribe diciendo: «Dos males ha cometido mi pueblo», ya hemos aclarado su error. Él no deja de reprender a sus contemporáneos, incluso llega a hablar con­tra la ley de los sabios, de bendita memoria, como hemos explicado; y no solamente esto, sino contra la ley del Creador, bendito sea, di­ciendo que él condenará al que guarde los preceptos, y así dice que una plegaria nuestra es un pecado. Sobre el particular dijo Salomón: «No digas ante el enviado que fue inadvertencia» (Ece. 5, 5).9Ecc. R. 85.