Ya se salen de Castilla
castellanos con gran saña;
van a desterrar los moros
a la vieja Calatrava;
derribaron tres pedazos
por partes de Guadiana;
por el uno salen moros,
que ningún vagar1pausa[ se daban;
por unas sierras arriba
grandes alaridos daban,
renegando de Mahoma
y de su secta malvada.
¡Cuán bien pelea Rodrigo
de una lanza y adarga!
Ganó un escaño tornido2un banco torneado
con una tienda romana.
Al conde Fernán González
se la envía presentada,
que le trate casamiento
con la linda doña Lambra.
Concertadas son las bodas,
¡ay, Dios!, en hora menguada;3en mala hora, hora fatal
a doña Lambra la linda
con don Rodrigo de Lara.
En bodas y tornabodas4fiestas posteriores a la boda
se pasan siete semanas.
Las bodas fueron muy buenas
y las tornabodas malas;
las bodas fueron en Burgos,
las tornabodas en Salas.
Tanta viene de la gente,
no caben en las posadas,
y faltaban por venir
los siete infantes de Lara.
¡Helos, helos5aquí están, mirad por do asoman
con su compañía honrada!
Sálelos a recibir
la su madre doña Sancha:
—Bien vengades, los mis hijos,
buena sea vuestra llegada;
allá iréis a posar, hijos,
a barrios de Cantarranas;
hallaréis las mesas puestas,
viandas aparejadas,
y después que hayáis comido
ninguno salga a la plaza,
porque son las gentes muchas,
siempre trabaréis palabras.
Doña Lambra con fantasía
grandes tablados6deporte medieval consistente en un armazón colocado en lo alto, sobre el que los caballeros arrojaban sus lanzas hasta derribarlo armara.
Allí salió un caballero
de los de Córdoba la llana,
caballero en un caballo,
y en la su mano una vara;
arremete su caballo,
al tablado la tirara,
diciendo: —Amad, señoras,
cada cual como es amada,
que más vale un caballero
de los de Córdoba la llana,
más vale que cuatro ni cinco
de los de la flor de Lara.
Doña Lambra, que lo oyera,
dello mucho se holgara:
—¡Oh, maldita sea la dama
que su cuerpo te negaba!,
que si yo casada no fuera
el mío yo te entregara.
Allí habló doña Sancha,
esta respuesta le daba:
—Calléis, Alambra, calléis,
no digáis tales palabras,
que si lo saben mis hijos
habrá grandes barragadas.7proezas exageradas a efectos de la competencia
—Callad vos, que a vos os cumple,
que tenéis por qué callar,
que paristeis siete hijos,
como puerca en cenagal.8Es un motivo folklórico considerar que el parto múltiple se debía a la infidelidad de la esposa.
Oído lo ha un caballero,
que es ayo de los infantes.
Llorando de los sus ojos
con gran angustia y pesar,
se fue para los palacios,
do los infantes estaban:
unos juegan a los dados,
otros las tablas9juego de damas o ajedrez jugaban,
si no fuera Gonzalillo,
que arrimado se estaba;
cuando le vido llorar,
una pregunta le daba,
comenzóle a preguntar:
—¿Qué es aquesto, el ayo mío,
quién vos quisiera enojar?
Quien a vos os hizo enojo
cúmplele de se guardar.
Metiéranse en una sala,
todo se lo fue a contar.
Manda ensillar su caballo,
empiézase de armar.
Después que estuvo armado
aprisa fue a cabalgar,
sálese de los palacios
y vase para la plaza.
En llegando a los tablados
pedido había una vara;
arremetió su caballo,
al tablado la tiraba,
diciendo: —Amad, lindas damas,
cada cual como es amada,
que más vale un caballero
de los de la flor de Lara
que veinte ni treinta hombres
de los de Córdoba la llana.
Doña Lambra, que esto oyera,
de sus cabellos tiraba,
llorando de los sus ojos
se saliera de la plaza,
fuérase a los palacios
donde don Rodrigo estaba;
en entrando por las puertas,
estas querellas le daba:
—Quéjome a vos, don Rodrigo,
que me puedo bien quejar;
los hijos de vuestra hermana
mal abaldonado10afrentado, injuriado me han:
que me cortarían las haldas11faldas
por vergonzoso lugar,12castigo que usualmente se daba a las rameras
me pornían13pondrían rueca en cinta
y me la harían hilar,14trabajo habitual de las siervas
y dicen, si algo les digo,
que luego me harían matar;
si desto no me dais venganza,
mora me quiero tornar,
a ese moro Almazor
me iré a querellar.
—Callades vos, mi señora,
no queráis hablar lo tal,
que una tela tengo urdida,
otra entiendo de ordenar
que nascidos y por nascer
tuviesen bien que contar.
Fuese para los palacios,
donde el buen conde está;
en entrando por las puertas,
estas palabras fue a hablar:
—Si matásemos, buen conde,
los hijos de nuestra hermana,
mandaréis a Castilla vieja
y aun los barrios de Salas;
donde hablaremos nosotros
y nuestras personas valdrán.15Figura así en la edición por la que se cita, con nueve sílabas. Damos aquí otra variante: “í valdrán vuestras palabras
Cuando aquesto oyó el buen conde,
comenzóse a santiguar:
—Eso que dices, Rodrigo,
díceslo por me tentar,
que quiero más los infantes
que los ojos de mi faz,
que muy buenos fueron ellos
en aquélla de Cascajar,
que si por ellos no fuera
no volviéramos acá.
Cuando aquello oyó Rodrigo,
luego fuera a cabalgar.
Encontrando ha con Gregorio,
el su honrado capellán,
que por fuerza que por grado
en una iglesia lo hizo entrar;
tomárale una jura
sobre un libro misal,
que lo que allí le dijese,
que nadie no lo sabrá.
Después que hubo jurado,
papel y tinta le da;
escribieron una carta,
de poco bien y mucho mal,
a ese rey Almanzor
con traición y falsedad,
que le envíe siete reyes
a campos de Palomar,
y aquese moro Aliarde
venga por su capitán:
«que los sietes infantes de Lara
te los quiero empresentar».
En escribiendo la carta
la hizo luego llevar.
Fuérase luego el conde
do los infantes están;
sentados son a la mesa,
comenzaban a yantar:
—Norabuena estéis, sobrinos.
—Vos, tío, muy bien vengáis.
—Oídme ahora, sobrinos,
lo que os quiero contar:
concertado he con los moros,
vuestro padre nos han de dar;
salgamos a recebirlo
a Campos de Palomar,
solos y sin armadura,
armas no hemos de llevar.
Respondiera Gonzalillo,
el menor í fue a hablar:
—Tengo ya hecha la jura,
sobre un libro misal,
que en bodas ni tornabodas
mis armas no he de dejar,
y para hablar con moros
bien menester nos serán,
que con cristiano ninguno
nunca tienen lealtad.
—Pues yo voy, los mis sobrinos,
y allá os quiero esperar.
En las sierras de Altamira,
que dicen de Arabiana,
aguardaba don Rodrigo
a los hijos de su hermana.
No se tardan los infantes;
el traidor mal se quejaba,
está haciendo la jura
sobre la cruz de la espada,
que al que detiene los infantes
él le sacaría el alma.
Deteníalos Nuño Salido,
que buen consejo les daba;
ya todos aconsejados,
con ellos él caminaba;
con ellos va la su madre,
la su madre doña Sancha,
llegó con ellos la madre
una muy larga jornada.
Partiéronse los infantes
donde su tío esperaba.
Partióse Nuño Salido
a los agüeros buscar;
después que vio los agüeros
comenzó luego a hablar:
—Yo salí con los infantes,
salimos por nuestro mal;
siete celadas de moros
aguardándonos están.
Así allegó a la peña
do los infantes están,
tomáralos a su lado,
empezóles de hablar:
—Por Dios os ruego, señores,
que me queráis escuchar,
que ninguno pase el río
ni allá quiera pasar,
que aquel que allá pasare
a Salas no volverá.
Allí hablara Gonzalo
con ánimo singular,
era menor en los días
y muy fuerte en pelear:
—No digáis eso mi ayo,
que allá hemos de llegar.
Dio de espuelas al caballo,
el río fuera a pasar;
los hermanos, que lo vieron,
hicieron otro que tal.
Los moros estaban cerca,
sálenlos a saltear.
Los infantes que lo vieron,
empiezan a guerrear,
mas la morisma era tanta
que nos les daban lugar.
Uno a uno, dos a dos,
degollados se los han.
Con la empresa que tenían
para Córdoba se van:
las alegrías que hacen
gran cosa era de mirar.
Alicante con placer
a su tío fue a hablar:
—Norabuena estéis, mi tío.
—Mi sobrino, bien vengáis,
¿cómo os ha ido, sobrino,
con las guerrillas de allá?
—Guerras os parescerían,
que no guerrillas de allá;
por siete cabezas que traigo,
mil me quedaron allá.
Tomara el rey las cabezas,
al padre las fue a enviar;
está haciendo la jura
por su corona real,
si el viejo no las conoce,
de hacerlo luego matar,
y si él las conocía,
le haría luego soltar.
Toma el viejo las cabezas,
empezara de llorar,
estas palabras diciendo
empezara de hablar:
—No os culpo yo a vosotros,
que érades de poca edad;
mas culpo a Nuño Salido,
que no os supo guardar.